domingo, 15 de enero de 2012
la inspiración
He dicho antes que la meditación es el camino hacia la Iluminación y la mayor empresa de esta vida. Cuando les hablo a mis alumnos sobre la meditación, siempre insisto en la necesidad de practicarla con resuelta disciplina e indivisa devoción; al mismo tiempo, también les digo lo importante que es practicarla de la manera más inspirada y creativa posible. En cierto modo, la meditación es un arte, y hay que dedicarse a ella con el placer de un artista y fecundidad de invención.
Llegue a ser tan rico en recursos para inspirarse a entrar en su propia paz como lo es para actuar de forma neurótica y competitiva en el mundo. Existen muchas maneras de hacer la meditación lo más gozosa posible. Puede buscar la música que más le exalte y utilizarla para abrir su mente y su corazón. Del mismo modo, puede coleccionar composiciones poéticas y citas o versículos de las enseñanzas que a lo largo de los años le hayan conmovido y tenerlas siempre a mano para elevar su espíritu. A mí siempre me han gustado mucho las pinturas thangka tibetanas, y su belleza me proporciona fuerzas. Puede buscar reproducciones de pinturas que induzcan en usted el sentido de lo sagrado y colgarlas en las paredes de su habitación.
Escuche cintas de enseñanzas de algún gran maestro, o música sacra. Con una flor, una varilla de incienso, una vela, una fotografía de un maestro iluminado o una estatua de una deidad o un buda, puede convertir el lugar donde medita en un sencillo paraíso. Puede transformar la habitación más corriente en un espacio íntimo y sagrado, en un lugar en el que cada día va al encuentro de su verdadero ser con toda la alegría y la ceremonia feliz de dos viejos amigos que se saludan. Y si encuentra que no le resulta fácil meditar en su domicilio de la ciudad, sea creativo y salga a la naturaleza. La naturaleza es siempre una fuente infalible de inspiración. Para sosegar la mente vaya a dar un paseo por el parque al amanecer o contemple el rocío en una rosa de un jardín. Tiéndase en el césped y alce la mirada hacia el cielo, y deje expandir la mente en su espaciosidad. Deje que el cielo exterior despierte un cielo dentro de su mente. Párese junto a un arroyo y funda la mente con su fluir; hágase uno con su incesante rumor. Siéntese junto a una cascada y permita que su risa sanadora le purifique el espíritu. Pasee por una playa y reciba de pleno en la cara el dulce aire del mar. Celebre la belleza de la Luna y utilícela para sosegar su mente. Siéntese a orillas de un estanque o en un jardín y, respirando sosegadamente, deje que se haga el silencio en su mente mientras la Luna se alza lenta y majestuosa en la noche despejada.
Todo puede utilizarse como una invitación a la meditación: una sonrisa, una cara en el metro, la imagen de una pequeña flor que crece en una grieta de la acera, un hermoso corte de tela en el escaparate de una tienda, el modo en que el Sol ilumina las macetas de un alféizar. Esté atento a cualquier signo de belleza y gracia. Ofrezca todas las alegrías, esté despierto en todo momento a «las noticias que siempre llegan del silencio».