miércoles, 30 de septiembre de 2009

el amor es la respuesta primordial





El amor es la respuesta primordial.
No es una abstracción, sino una energía real
El amor hace que el miedo se desvanezca.
No puedes sentir ningún temor si sientes amor
Con el amor y la comprensión llega la perspectiva de la paciencia infinita.

Cuando amas y no tienes miedo, eres capaz de perdonar. Puedes perdonar a los demás y también perdonarte a ti mismo. Así empiezas a ver las cosas desde la perspectiva apropiada. El sentimiento de culpabilidad y la rabia son reflejos del mismo temor. La culpa es una rabia sutil que diriges hacia dentro. Perdonando disuelves la culpa y la ira, que son sentimientos innecesarios, emociones nocivas. Perdona. Es un acto de amor.

El orgullo es un obstáculo para el perdón, una manifestación del ego, que es el yo falso y transitorio. Tú no eres tu cuerpo, ni tu cerebro, ni tu ego.
Estos aspectos del ego te alejan de la sabiduría, de la felicidad y de Dios.
Has de trascender el ego y encontrar tu verdadero yo, que es permanente, la parte más profunda de ti, tu parte sabia, llena de amor, la que te proporciona confianza y te da felicidad.
Los pensamientos crean la ilusión de la división y la diferencia. El ego la perpetúa y esta ilusión conduce al miedo, la angustia y un profundo sufrimiento, que a su vez, producen rabia y violencia.

lazos de amor, brian weiss

martes, 29 de septiembre de 2009

la ilusión de condicionalidad




La octava ilusión es: Existe la condicionalidad

Para que exista la condenación, debe haber algo que no se comprenda acerca del amor.
Llegaron a esta conclusión e inventaron la condicionalidad como característica de la vida para resolver el dilema que representaba.
Todo en la vida debe ser condicional.
¿No saltaba a la vista? se preguntaron algunos filósofos.
¿No han comprendido la segunda ilusión?
El resultado de la vida es incierto.
Existe el fracaso.
Esto significa que se puede perder el amor de Dios.
El amor de Dios es condicional. Debes cumplir el requisito.
Si no, serás separado. ¿Acaso no te lo enseñó la tercera ilusión?

Tu cultura ha sido muy persuasiva. Por este medio me he referido sobre todo a los relatos de la cultura occidental, pues en ella comenzó este mensaje. Pero, la cultura oriental y todas las demás culturas y tradiciones, tan ricas y variadas también tienen sus historias y la mayoría se basa en las diez ilusiones.
Como ya he dejado claro, existen más de diez ilusiones.
Ustedes crean cientos de ellas al día. Cada cultura ha creado la suya pero, de uno u otro modo, todas se basan en los mismos errores. Lo demuestra el que todas hayan ocasionado los mismos resultados.
La vida en tu planeta está llena de avaricia, violencia, matanza y amor condicional.
Han aprendido que el amor es condicional porque creen que el amor del Ser Supremo, no importa cómo lo interpreten, es condicional. O, si no creen en un Ser Supremo, sino en la Vida, entonces la conciben como un proceso que se expresa dentro del contexto de la condicionalidad. En otras palabras, una condición depende de otra. Algunos lo llaman causa y efecto.
Pero, ¿qué sucede con la primera causa? '
Nadie ha podido responder a esa pregunta, ni siquiera sus científicos más importantes han podido descubrir el misterio. Tampoco sus filósofos más sobresalientes han podido resolver el problema.
¿Quién creó al que todo lo crea?
Conciben un Universo de causa y efecto, está bien, pero, ¿qué originó la primera causa?
Aquí es donde tropiezan los maestros y donde termina tu recorrido; aquí están los límites de tu comprensión. Ahora rebasaremos esos límites.

No existe la condicionalidad en el Universo. Lo que Es, es Lo que Es y no existen condiciones en las cuales no sea. ¿Entiendes?
No es posible que "Lo que Es" no sea. No existen condiciones en las cuales esto pueda suceder. Por eso la Vida es eterna. Porque la Vida es Lo que Es y Lo que Es nunca puede dejar de ser.
La vida siempre fue, es hoy y siempre será un mundo infinito.
Lo mismo sucede con Dios, pues Dios es la Vida misma.
Lo mismo sucede con el amor, pues el amor es Dios mismo.
Por tanto, el amor no tiene condiciones.
El amor simplemente es.
El amor no puede dejar de "ser", y no existen condiciones en las cuales se le pueda hacer desaparecer.

Puedes sustituir la palabra "Vida" o la palabra "Dios" por "amor" en la oración anterior y seguirá siendo verdadera. El amor condicional es una paradoja.
¿Lo captas? ¿Lo comprendes? Estos términos se excluyen mutuamente. La experiencia de la condicionalidad y la experiencia del amor no pueden existir al mismo tiempo y en el mismo lugar. Lo que está destruyendo a la humanidad es creer lo contrario.
Tu civilización ha elegido vivir la octava ilusión hasta un punto muy elevado y por ese motivo corre el peligro de extinguirse.
Ustedes no corren ese peligro.
Es imposible, ya que son la Vida misma.
Sin embargo, la forma en que hoy expresan la Vida, la civilización que han creado y que están a punto de destruir, no es irremediable. Una de las maravillas de ser Quienes Son Realmente es que pueden cambiar de forma cada vez que lo deseen. De hecho, así pasa todo el tiempo.
Pero si les gusta la forma en que viven ahora, ¿por qué cambiada? Ésa es la pregunta a la que se enfrenta la especie humana.
Se les ha concedido un paraíso para vivir. Se les han facilitado todas las alegrías posibles de la Vida física. Se encuentran dentro de un verdadero Jardín del Edén. Esa parte de su Historia es verdadera. Sin embargo, no han sido separados de Mí, y no hay necesidad de que así sea. Podrán gozar .este paraíso cuanto deseen. O podrán destruido en un instante.
¿Qué prefieren?
Están a punto de elegido segundo.
¿Es ésta su elección? ¿Es ésta su decisión consciente?
Estudien esta pregunta con mucho cuidado. Hay mucho en juego en su respuesta.

A pesar de que no exista una verdadera condicionalidad en el Universo, ustedes creen firmemente que existe. Con seguridad, existe en el reino de Dios. Todas las religiones lo enseñan; por lo tanto, debe existir en el Universo. Decidieron que esto era un hecho. Así, pues, generaciones enteras se han dedicado a averiguar qué condiciones les permitirían crear la vida que deseen, así como la existencia después de ésta, en el caso de no cumplir el requisito. Si lo cumplen, no hay problema. Pero, ¿y si no?
Esta búsqueda los ha llevado a un callejón sin salida, pues no existen las condiciones. Pueden tener la vida que deseen, y la vida después de la vida que se imaginen, simplemente eligiéndola.
No se lo creen; no puede ser tan sencillo, dicen. No, no... ¡hay que cumplir un requisito!
No se consideran seres creativos. Ni tampoco me consideran a Mí creativo. Piensan que de alguna manera, Yo puedo dejar de obtener lo que deseo (que todos mis hijos regresen a Mí), lo cual significa que Yo no soy un ser realmente creativo, sino un ser dependiente. Si Yo fuera de verdad creativo, podría crear todo lo que deseara. Pero aparentemente dependo de ciertas condiciones para poder obtener lo que deseo.
Ustedes no tenían la más remota idea de cuáles condiciones debían cumplir para regresar a casa con Dios. De modo que hicieron lo mejor que pudieron... y se las inventaron. Las llamadas religiones explicaron cuáles eran.
Las religiones no sólo indicaron cuáles eran los requisitos, sino también cómo volver a conquistar el amor de Dios en caso de no cumplir el requisito. Así surgieron los conceptos de perdón y salvación. Eran las condiciones del amor. Dios dice "Te amo si...", ahí estaba la condición.
Si hubieran visto las cosas con objetividad, el que cada religión explicara el perdón y la salvación de manera diferente podría haber sido la prueba de que todo era inventado. Pero la objetividad no es su fuerte, incluso en la actualidad.
Siguen creyendo que no es invención, que Yo puse condiciones para volver conmigo. Que existan cientos de religiones que señalen miles de condiciones diferentes, no se debe a que Yo les haya dado un mensaje incoherente, sino a que la especie humana no ha sabido interpretarlo.
Claro que tú sí lo has comprendido, son los demás, los de otras religiones, los que no lo han comprendido. Ahora que hay varias maneras de solucionarlo: no haciéndoles caso o intentando convertirlos, o tal vez eliminarlos.

Tu especie lo ha intentado todo. Tenía derecho, ¿no? Era su responsabilidad, ¿no? ¿Acaso no era la encomienda de Dios? ¿No recibieron la orden de convencer y convertir a los demás para que ellos supieran también cuál era la verdad? Y, ¿no estaba justificado realizar matanzas y limpiezas étnicas cuando no podían convencer a los demás? ¿No existía algo implícito que les daba este derecho?
Empezaron a plantearse estas preguntas.
Era evidente que había un defecto en la octava ilusión. Esto debió poner de manifiesto que la idea de condicionalidad era falsa. Pero ustedes sabían, en un nivel muy profundo, que no podían abandonar la ilusión o algo muy importante llegaría a su fin.
Una vez más tenían razón.
Pero cometieron un error.
En lugar de ver la ilusión como tal y usada para el fin que pretendía, pensaron que debían corregir su defecto.

Con el fin de corregir el defecto de la octava ilusión crearon la novena.


neale donald walsh

lunes, 28 de septiembre de 2009

los diez mandamientos de osho




No obedezcas ningún mandato a no ser que sea un mandato desde tu interior.

No hay otro Dios que la vida misma.

La verdad está dentro tuyo. No la busques en otra parte.

El amor es una plegaria.

El vacío es la puerta abierta hacia la verdad. El vacío es el medio, el destino el logro.

La vida es aquí y ahora.

Vive, totalmente despierto.

No nades, flota.

Muere a cada instante para que puedas nacer de nuevo a cada instante.

No busques, aquello que es, es; párate y mira.


osho

domingo, 27 de septiembre de 2009

el camino del guerrero I




Mi benefactor decía que, cuando un hombre se embarca en los caminos de la brujería, poco a poco se va dando cuenta de que la vida ordinaria ha quedado atrás para siempre; de que el conocimiento es en verdad algo que da miedo; de que los medios del mundo ordinario ya no le sirven de sostén; y de que si desea sobrevivir debe adoptar una nueva forma de vida.

Lo primero que debe hacer, en ese punto, es querer llegar a ser un guerrero, un paso y una decisión muy importantes. La aterradora naturaleza del conocimiento no le permite a uno otra alternativa que la de llegar a ser un guerrero.
Ya cuando el conocimiento se convierte en algo que da miedo, el hombre también se da cuenta de que la muerte es la compañera inseparable que se sienta a su lado en el petate.
Cada trocito de conocimiento que se vuelve poder tiene a la muerte como fuerza central.
La muerte da el último toque, y lo que la muerte toca se vuelve en verdad poder.

Un hombre que sigue los caminos de la brujería se enfrenta en cada recodo con la aniquilación inminente, y sin poder evitarlo se vuelve terriblemente consciente de su muerte.
Sin la conciencia de la muerte no sería más que un hombre común envuelto en actos comunes. Carecería de la potencia necesaria, de la concentración necesaria que transforman en poder mágico nuestro tiempo ordinario sobre la tierra.

De ese modo, para ser un guerrero un hombre debe estar, antes que nada y con justa razón, terriblemente consciente de su propia muerte. Pero preocuparse por la muerte forzaría a cualquiera de nosotros a enfocar su propia persona, y eso es debilitante.
De modo que lo otro que uno necesita para ser guerrero es el desapego.
La idea de la muerte inminente, en vez de convertirse en obsesión, se convierte en indiferencia.

Don Juan dejó de hablar y me miró. Parecía esperar un comentario.
¿Entiendes? preguntó.
Yo entendía lo que había dicho, pero personalmente me resultaba imposible ver cómo podía alguien llegar a un sentido de desapego. Dije que, desde el punto de vista de mi propio aprendizaje, ya había experimentado el momento en que el conocimiento se convertía en algo atemorizante. También podía decir con toda veracidad que ya no encontraba apoyo en las premisas ordinarias de mi vida cotidiana. Y deseaba, o quizá más que desear, necesitaba, vivir como un guerrero.

Ahora debes despegarte dijo don Juan.
¿De qué?
Despégate de todo.
Eso es imposible. No quiero ser un ermitaño.
Ser ermitaño es una entrega y jamás me referí a eso. Un ermitaño no está despegado, pues se abandona voluntariamente a ser ermitaño.

Sólo la idea de la muerte da al hombre el desapego suficiente para que sea incapaz de abandonarse a nada.
Sólo la idea de la muerte da al hombre el desapego suficiente para que no pueda negarse nada. Pero un hombre de tal suerte no ansía, porque ha adquirido una lujuria callada por la vida y por todas las cosas de la vida. Sabe que su muerte lo anda cazando y que no le dará tiempo de adherirse a nada, así que prueba, sin ansias, todo de todo.
Un hombre despegado, sabiendo que no tiene posibilidad de poner vallas a su muerte, sólo tiene una cosa que lo respalde: el poder de sus decisiones.
Tiene que ser, por así decirlo, el amo de su elección. Debe comprender por completo que su preferencia es su responsabilidad, y una vez que hace su selección no queda tiempo para lamentos ni recriminaciones. Sus decisiones son definitivas, simplemente porque su muerte no le da tiempo de adherirse a nada.
Y así, con la conciencia de su muerte, con desapego y con el poder de sus decisiones, un guerrero arma su vida en forma estratégica. El conocimiento de su muerte lo guía y le da desapego y lujuria callada; el poder de sus decisiones definitivas le permite escoger sin lamentar, y lo que escoge es siempre estratégicamente lo mejor; así cumple con gusto y con eficiencia lujuriosa, todo cuanto tiene que hacer.
¡Cuando un hombre se porta de esa manera puede decirse con justicia que es un guerrero y que ha adquirido paciencia!
Don Juan me preguntó si tenía algo que decir, y señalé que cumplir la tarea que había descrito llevaría toda una vida. Me contestó que yo protestaba demasiado en su presencia, y que él sabía que en mi vida cotidiana me portaba, o al menos trataba de portarme, en términos de guerrero.
Tienes garras bastante buenas dijo riendo. Enséñamelas de vez en cuando. Es buena práctica.
Hice un ademán prensil, gruñendo, y él rió.
Después se aclaró la garganta y siguió hablando.
Cuando un guerrero ha adquirido paciencia, está en camino hacia la voluntad. Sabe cómo esperar. Su muerte se sienta junto a él en su petate, son amigos. Su muerte le aconseja, en formas misteriosas, cómo escoger, cómo vivir estratégicamente. ¡Y el guerrero espera! Yo diría que el guerrero aprende sin apuro porque sabe que está esperando su voluntad; y un día logra hacer algo que por lo común es imposible de ejecutar. A lo mejor ni siquiera advierte su acto extraordinario. Pero conforme sigue ejecutando actos imposibles, o siguen pasándole cosas imposibles, se da cuenta de que una especie de poder está surgiendo. Un poder que sale de su cuerpo conforme progresa en el camino del conocimiento.
Al principio es como una comezón en la barriga, o un calor que no puede mitigarse; luego se convierte en un dolor, en un gran malestar.
A veces el dolor y el malestar son tan grandes que el guerrero tiene convulsiones durante meses; mientras más duras sean, mejor para él.
Un magnifico poder es siempre anunciado por grandes dolores.
Cuando las convulsiones cesan, el guerrero advierte que tiene sensaciones extrañas con respecto a las cosas. Advierte que puede tocar cualquier cosa que quiera con una sensación que sale de su cuerpo por un sitio abajo o arriba de su ombligo.
Esa sensación es la voluntad, y cuando el guerrero es capaz de agarrar con ella, puede decirse con justicia que es un brujo y que ha adquirido voluntad.

una realidad aparte, carlos castaneda

sábado, 26 de septiembre de 2009

ausencia



"... no hay nada que pueda sustituir la ausencia de una persona querida,
ni siquiera hemos de intentarlo; hemos de soportar sencillamente la separación y resistir.
Al principio eso parece muy duro, pero, al mismo tiempo, es un gran consuelo.
Porque al quedar el vacío sin llenar nos sirve de nexo de unión.
Es equivocado decir que Dios llena ese vacío.
Dios no lo llena en modo alguno, sino que precisamente lo mantiene vacío,
con lo cual nos ayuda a conservar -aunque sea con dolor - nuestro auténtica comunión.
Por otra parte, cuanto más hermosos y ricos son los recuerdos, más dura resulta la separación.
Pero la gratitud transforma el suplicio del recuerdo en una callada alegría.
Uno no lleva en sí la belleza pasada como un aguijón, sino como un valioso regalo.
No hemos de hurgar en los recuerdos y entregarnos a ellos,
como tampoco miramos continuamente un valioso regalo, sino sólo en ocaciones especiales,
para guardarlo el resto del tiempo como un tesoro escondido de cuya posesión estamos seguros.
Entonces emanan del pasado una alegría y fuerzas duraderas."


Dietrich Bonhoeffer

viernes, 25 de septiembre de 2009

el artista




No pienses en hacer “lo que deberías” hacer.
Trata de hacer lo que te atrae; piensa en el misterio y no en la maestría.
Aunque hayas hecho una obra de arte realmente espantosa, puede tratarse de un eslabón necesario hacia tu próximo trabajo.
Demos lugar al artista juvenil para que intente, se equivoque y vuelva a intentar.
Recordemos que en la naturaleza toda pérdida tiene un significado.
Lo mismo para nosotros.
Bien usado, un fracaso puede ser el abono que nutra en éxito de la siguiente estación creativa. La maduración y la cosecha son procesos a largo plazo y no una receta rápida.
La creatividad nunca ha sido sensata. ¿Por qué habría de serlo? ¿Por qué tú deberías ser sensato? 
A lo largo del tiempo, lo que un artista necesita es entusiasmo, no disciplina.
La ansiedad es un combustible: podemos usarla para escribir, para pintar, para trabajar con ella.
Como artista mi autoestima proviene de realizar mi trabajo.
No necesito ser rica pero necesito mucho aliento.
No puedo permitir que mi vida intelectual o emocional se estanquen, o mi trabajo sufrirá.
Mi vida y mi temperamento sufrirán: si no puedo crear me pongo de mal humor.
Una cólera verdadera brota cuando sentimos que parientes o amigos bien intencionados interfieren en un nivel que impide la continuación de nuestro arte: reaccionamos como si se tratara de un asunto de vida o muerte y en verdad lo es.
El arte es una acción del alma y no del intelecto.
El proceso de creación es un proceso de entrega y no de control.
Como la vida misma.


julia cameron

jueves, 24 de septiembre de 2009

lo que está en el aire





Hay una enseñanza, dijo Merlín, denominada el modo del mago. ¿Has oído hablar de ella?
El joven Arturo levantó la vista del fuego que, sin éxito, trataba de encender.
Casi nunca era fácil encender el fuego en las húmedas mañanas de comienzos de primavera en el País de Occidente.
No, nunca he oído hablar de eso, contestó Arturo tras pensar un momento. ¿Magos? ¿Quieres decir que ellos tienen un modo diferente de hacer las cosas?

No, las hacen exactamente como nosotros, replicó Merlín, y chasqueando los dedos encendió el montón de leña húmeda que Arturo había recogido, impaciente ante los torpes esfuerzos del muchacho por encender el fuego. Al instante se formó una gran llama. Acto seguido, Merlín abrió las manos y sacó de la nada un par de patatas y un puñado de setas silvestres. Ensártalas en una broqueta y ponlas a tostar sobre el fuego, por favor, dijo.

Arturo obedeció sin más. Tenía unos diez años y la única persona a quien conocía era Merlín. Estaban juntos desde que tenía memoria. Seguramente había tenido madre pero no tenía el más mínimo recuerdo de su rostro.
El anciano de luenga barba blanca había reclamado su derecho sobre el infante real a las pocas horas de su nacimiento.
Soy el último guardián del sendero del mago, dijo Merlín. Y quizás tú seas el último en conocerlo.
Poniendo las broquetas sobre el fuego, Arturo miró sobre el hombro.
La curiosidad le había picado.
¿Merlín un mago?
Nunca lo había pensado. Los dos vivían solos en el bosque, en la cueva de cristal. El brillo de la cueva les proporcionaba la luz. Arturo había aprendido a nadar convirtiéndose en pez. Cuando deseaba comida, ésta aparecía, o Merlín le daba un poco. ¿Acaso no era así como todo el mundo vivía?
Verás, dentro de poco te irás de aquí, continuó Merlín. No vayas a dejar caer esa patata entre la ceniza. Por supuesto, el muchacho ya la había dejado caer. Como Merlín vivía hacia atrás en el tiempo, sus advertencias siempre llegaban demasiado tarde, después de ocurridos los percances. Arturo limpió la patata y la ensartó de nuevo en la broqueta, hecha de la madera verde de un tilo.
No importa, dijo Merlín, ésa puede ser la tuya.
¿Cómo así que me iré?, preguntó Arturo.
Sólo había ido de vez en cuando al pueblo cercano, cuando Merlín deseaba ir al mercado, y en esas ocasiones el mago siempre tenía cuidado de ocultar la identidad de los dos bajo pesadas capas. Pero el muchacho era gran observador, y lo que había visto en los demás le preocupaba.
Merlín miró de soslayo a su discípulo.
Pienso enviarte al pantano o, como dicen los mortales, al mundo. Te he mantenido lejos del pantano durante todos estos años, enseñándote algo que no debes olvidar.
Merlín calló para ver el efecto de sus palabras, y luego continuó: El sendero del mago.
Tras pronunciar estas palabras, ambos quedaron en silencio, como suele suceder entre quienes llevan mucho tiempo juntos. Anciano y niño casi respiraban al unísono, de tal manera que Merlín debió percibir la inquietud que daba vueltas en la mente de Arturo, cual pantera enjaulada.
Terminada su comida, el muchacho fue a lavarse en el estanque azul que estaba al pie de la colina. Cuando regresó, Merlín tomaba el sol sobre su roca favorita (aunque “tomar el sol” es apenas un decir, puesto que la espesa colcha de nubes se había adelgazado apenas lo suficiente para que un rayo solitario se abriera paso a través de las copas de los árboles para iluminar los cabellos de plata del mago). Las primeras palabras que salieron de la boca del muchacho fueron: ¿Qué será de ti? , ¿De mí? No te creas tan importante. Podré arreglármelas perfectamente sin ti, gracias. En el instante mismo en que terminó de hablar, Merlín supo que había lastimado los sentimientos del niño. Pero los magos son malos para disculparse. Un hermoso arco hecho de fresno blanco apareció en el suelo al lado de Arturo, quien lo tomó presuroso y comenzó a tensarlo. En su lenguaje privado, sabía que era la forma como el anciano se disculpaba.
No me preocupa lo que pueda pasarme, continuó Merlín, sino que se pierda el conocimiento. Como te dije, quizás seas el último en conocer el sendero del mago.
Entonces me cercioraré de que no se pierda, prometió Arturo.
Merlín asintió con la cabeza.
No volvió a tocar el tema del sendero del mago ese día ni durante muchos días más.
Sin embargo, una mañana de junio, al despertarse, Arturo encontró su cama de ramas de pino cubierta de nieve. Tembló de frío y se sentó, lanzando al aire una nube de copos blancos al sacudir su cobija de piel de venado. Creí que hacías esto sólo en diciembre, dijo, pero Merlín no contestó. Estaba inmóvil en medio del círculo de nieve que cubría su campamento.
Ante él había una extraña aparición: una enorme roca con una espada que sobresalía de ella.
A pesar del frío, la roca no tenía nieve y la hoja de la espada se proyectaba en el aire deslumbrando con el brillo de su metro y medio de acero damasquino martillado.
¿Qué es eso?, preguntó Arturo. La vista de la roca lo conmovió profundamente, aunque no entendió por qué.
Nada, replicó Merlín. Sólo recuérdala.
Un momento después, la espada en la roca comenzó a desvanecerse, y cuando Arturo regresó de su baño matinal, el claro del bosque estaba tibio nuevamente, el sol había fundido hasta el último copo de nieve y la roca se había esfumado como un sueño.
El niño sintió ganas de llorar, porque sabía que la aparición era el gesto de despedida de Merlín, de despedida y de recuerdo.
Lo que le sucedió a Arturo cuando salió al mundo es ahora leyenda. Con el tiempo se encontró en Londres, en una nevada mañana de Navidad, a las puertas de la catedral donde la espada en la roca había reaparecido misteriosamente. Para asombro de la gente que salía de la iglesia, retiró la espada y reclamó su derecho a ser rey. Libró largas y crueles batallas para vencer a una horda de rivales que pretendían el trono, y luego estableció en Camelot la sede de su poder. Todos los días vivió de acuerdo con las enseñanzas del mago.
Finalmente falleció y se convirtió en historia.
Quedó como tarea a las generaciones posteriores averiguar lo que Merlín le había enseñado a su discípulo durante esos años en el bosque, antes de que Arturo se allegara a la roca y tomara el destino por su empuñadura engastada de joyas.
El mundo de Arturo desapareció poco después de la caída de Camelot. El reino cayó presa nuevamente de las luchas intestinas y la ignorancia, y Merlin demostró haber sido el último de su clase, tal como lo había pronosticado.
Después de él, no se registra en la historia de Occidente el nombre de ningún otro mago.
Pero Merlín nunca creyó que la sabiduría del mago dependiera de la forma como se desenvolvió la historia. “Lo que sé está en el aire”, solía decir. “Respíralo y lo hallarás”. Los magos conocían cosas atemporales y, por lo tanto, la reserva de su conocimiento debe estar por fuera del tiempo.
El camino está abierto.
Comienza en todas partes y no lleva a ninguna, pero aun así conduce a un sitio real.
Todo esto se nos presenta a los ojos a medida que escuchamos a Merlín.



el sendero del mago, deepak chopra

miércoles, 23 de septiembre de 2009

la naturaleza salvaje




Unirse a la naturaleza instintiva no significa deshacerse, cambiarlo todo de derecha a izquierda, del blanco al negro, trasladarse del este al oeste, comportarse como una loca o sin control.
No significa perder las relaciones propias de una vida en sociedad o convertirse en un ser menos humano.
Significa justo lo contrario, ya que la naturaleza salvaje posee una enorme integridad.
Significa establecer un territorio, encontrar la propia manada, estar en el propio cuerpo con certeza y orgullo, cualesquiera que sean los dones y las limitaciones físicas, hablar y actuar en nombre propio, ser conciente y estar en guardia, echar mano de las innatas facultades femeninas de la intuición y la percepción, recuperar los propios ciclos, descubrir qué lugar le corresponde a una, levantarse con dignidad y conservar la mayor conciencia posible.

El arquetipo de la Mujer Salvaje ( seas hombre o mujer ) y todo lo que ésta representa es la patrona de todos los Pintores, escritores, escultores, bailarines, pensadores, inventores de plegarias, buscadores, descubridores, pues todos ellos se dedican a la tarea de la invención y ésta es la principal ocupación de la naturaleza instintiva.
Como todo arte, reside en las entrañas, no en la cabeza.
Puede rastrear y correr, convocar y repeler.
Puede percibir, camuflarse y amar profundamente. Es intuitiva, típica y respetuosa con las normas. Es absolutamente esencial para la salud mental y espiritual de las mujeres.

Por consiguiente, ¿qué es la Mujer Salvaje? Desde el punto de vista de la psicología arquetípica y también de las antiguas tradiciones, ella es el alma femenina. Pero es algo más; es el origen de lo femenino.
Es todo lo que pertenece al instinto, a los mundos visibles y ocultos... es la base.
Todas recibimos de ella una resplandeciente célula que contiene todos los instintos y los saberes necesarios para nuestras vidas.
... Es la fuerza Vida/Muerte/Vida, es la incubadora. Es la intuición, es la visionaria, la que sabe escuchar, es el corazón leal.
Anima a los seres humanos a ser multilingües; a hablar con fluidez los idiomas de los sueños, la pasión y la poesía.
Habla en susurros desde los sueños nocturnos, deja en el territorio del alma de una mujer un áspero pelaje y unas huellas llenas de barro. Y ello hace que las mujeres ansíen encontrarla, liberarla y amarla.
Es todo un conjunto de ideas, sentimientos, impulsos y recuerdos. Ha estado perdida y medio olvidada durante muchísimo tiempo.
Es la fuente, la luz, la noche, la oscuridad, el amanecer. Es el olor del buen barro y la pata trasera de la raposa. Los pájaros que nos cuentan los secretos le pertenecen. Es la voz que dice: "Por aquí, por aquí."
Es la que protesta a voces contra la injusticia. Es la que gira como una inmensa rueda. Es la hacedora de ciclos. Es aquella por cuya búsqueda dejamos nuestro hogar. Es el hogar al que regresamos. Es la lodosa raíz de todas las mujeres. Es todas las cosas que nos inducen a seguir adelante cuando pensamos que estamos acabadas. Es la incubadora de las pequeñas ideas sin pulir y de los pactos. Es la mente que nos piensa; nosotras somos los pensamientos que ella piensa.
¿Dónde está? ¿Dónde la sientes, dónde la encuentras? Camina por los desiertos, los bosques, los océanos, las ciudades, los barrios y los castillos. Vive entre las reinas y las campesinas, en la habitación de la casa de huéspedes, en la fábrica, en la cárcel, en las montañas de la soledad. Vive en el gueto, en la universidad y en las calles. Nos deja sus huellas para que pongamos los pies en ellas. Deja huellas dondequiera que haya una mujer que es tierra fértil.
¿Dónde vive? En el fondo del pozo, en las fuentes, en el éter anterior al tiempo. Vive en la lágrima y en el océano, en la savia de los árboles. Pertenece al futuro y al principio del tiempo. Vive en el pasado y nosotras la llamamos. Está en el presente y se sienta a nuestra mesa, está detrás de nosotras cuando hacemos cola y conduce por delante de nosotras en la carretera. Está en el futuro y retrocede en el tiempo para encontrarnos.
Vive en el verdor que asoma a través de la nieve, vive en los crujientes tallos del moribundo maíz de otoño, vive donde vienen los muertos a por un beso y en el lugar al que los vivos envían sus oraciones. Vive en donde se crea el lenguaje. Vive en la poesía, la percusión y el canto. Vive en las negras y en las apoyaturas y también en una cantata, en una sextina y en el blues. Es el momento que precede al estallido de la inspiración. Vive en un lejano lugar que se abre paso hasta nuestro mundo.
La gente podría pedir una demostración o una prueba de su existencia. Pero lo que pide esencialmente es una prueba de la existencia de la psique. Y, puesto que nosotras somos la psique, también somos la prueba. Todas y cada una de nosotras somos la prueba no sólo de la existencia de la Mujer Salvaje sino también de su condición en la comunidad. Nosotras somos la prueba de este inefable numen femenino. Nuestra existencia es paralela a la suya.

Las experiencias que nosotras tenernos de ella, dentro y fuera, son las pruebas. Nuestros miles de millones de encuentros intrapsíquicos con ella a través de nuestros sueños nocturnos y nuestros pensamientos diurnos, a través de nuestros anhelos y nuestras inspiraciones, nos lo demuestran. El hecho de que nos sintamos desoladas en su ausencia y que la echemos de menos y anhelemos su presencia cuando estamos separadas de ella es una manifestación de que ella ha pasado por aquí...


clarissa pinkola estés

martes, 22 de septiembre de 2009

la ilusión de condenación




La séptima ilusión es: Existe la condenación

El juicio debía tener una consecuencia.
Si existía un juicio, debía ser por algo.
Era evidente que uno era juzgado con el fin de determinar si merecía recibir los premios por cumplir con el requisito.
Lo elaboraron recabando información e intentando encontrar la respuesta remitiéndose a las historias originarias de su cultura y a las primeras ilusiones en que se basaban.
La explicación que se dieron fue que los había separado de Mí por no haber cumplido con Mi primer requisito.
Cuando eran perfectos, vivían en un mundo perfecto, el Paraíso, y disfrutaban de la vida eterna. Pero cuando cometieron el pecado original se volvieron imperfectos, y su gama de perfecciones se acabó.
Lo más perfecto de su mundo perfecto era que no se morían. No existía la muerte. No obstante, al finalizar su vida perfecta, pensaron que la cuarta ilusión era cierta. Existe la insuficiencia. No hay suficiente. Ni siquiera había suficiente Vida.
La muerte era la consecuencia, el castigo por no cumplir con el requisito.
Pero, ¿cómo?, se preguntaron los pensadores más avanzados de su especie. Si todo muere, ¿cómo podía ser la muerte el castigo por no cumplir el requisito? ¡Incluso los que sí lo cumplían se morían!
Tal vez la razón de que existiera la muerte fuera simplemente la insuficiencia del Universo.
La insuficiencia imperaba.
Esto lo dedujeron de la cuarta ilusión.
Pero si la muerte era resultado de la insuficiencia, ¿entonces cuál era realmente el resultado de no cumplir con el requisito?
Había algún error.
No tenía sentido. Regresaron al mito original. Dios expulsó a Adán y a Eva del Jardín por no cumplir el requisito.
Esto creó la separación, lo cual creó la insuficiencia, lo cual creó el requisito.
De modo que la insuficiencia es la consecuencia del castigo de Dios.
El castigo fue la separación; y la insuficiencia, el resultado.
La muerte es insuficiencia de Vida, y por extensión, el castigo.
Así lo razonaron. El propósito de morirse debía ser el castigo por no cumplir el requisito, pues sin la muerte sólo quedaba lo que siempre había existido, a saber, la Vida Eterna. Y si pudieran vivir eternamente, ¿cuál sería la consecuencia de no cumplir el requisito de Dios?
De este modo lo que siempre ha existido recibió el nombre de premio. ¡Eso es!, se dijeron. La Vida Eterna es el premio. Pero entonces surgió otro dilema. Si existía la muerte, la Vida Eterna no podía existir. Hmmmm.
Un nuevo reto: cómo concebir que ambas puedan existir aunque parezcan excluirse mutuamente.
Decidieron que la muerte del cuerpo físico no significaba la muerte. Decidieron que la vida debía continuar después de la muerte física, ya que la existencia de la muerte excluía la posibilidad de una vida sin fin.
Pero, si la vida continuaba después de la muerte física, entonces, ¿cuál era el objeto de la muerte?
No tenía objeto. Así que fue necesario crear otra consecuencia en la vida posterior a la muerte. Lo llamaron condenación.

Pensándolo bien, encajaba a la perfección. Concordaba con lo establecido en la segunda ilusión: el resultado de la vida es incierto; ¡existe el fracaso!
Ahora podían tenerlo todo. Podían tener muerte y Vida Eterna, castigo y premio. Al situarse después de la muerte, se convencieron de que la muerte no era el castigo, sino la máxima manifestación de la insuficiencia, la evidencia más impresionante de que existía la cuarta ilusión.
Ahora sí que era cierto que una ilusión sostenía a la otra. La conexión era perfecta. Habían acabado su tarea y se encontraban ante la realidad producida por su cultura, así como por su creación ilimitada y por el legado de los mitos que la fortalecían.
Los mitos son el sostén de la Historia y la Historia es el sostén de las ilusiones. Ésta es la superestructura de su cosmología.
Éstos son los fundamentos de su razonamiento.
Y todos son falsos.

La muerte no existe.
Decir que existe la muerte es como decir que tú no existes, y tú eres la Vida misma.
Decir que existe la muerte es como decir que Dios no existe, y Dios es todo lo que existe (Dios es justamente eso).
Y si todo forma parte de una unidad (lo cual es cierto), si algo muere, todo muere, Dios también. Si algo muere, Dios muere.
Esto, claro, no puede ser. Por lo tanto, debes saber lo siguiente: la muerte y Dios se excluyen mutuamente. No es posible que existan a la vez.
Si la muerte existe, Dios no existe. O Dios no es todo lo que existe. Dicha conclusión da lugar a una pregunta interesante. ¿Existe algo que no sea Dios?
Si crees que existe Dios, pero también algo que no sea Dios, entonces puedes creer en muchas cosas. No sólo en la muerte, sino en el diablo y en todo lo que se te ocurra.
Por otro lado, si crees que Dios es la energía de la Vida y que la energía nunca muere sino que sólo se transforma; que esa energía Divina no sólo se encuentra dentro de todo, sino que lo es todo; y que es la energía que da forma a aquello que ha tomado forma, entonces estás a un paso de comprender que la muerte no puede ni podrá existir.
Ésta es la verdad.
Yo soy la energía de la Vida.
Yo soy el que da forma a aquello que ha tomado forma.
Todo lo que ves es Dios, con formas diferentes.
Todos ustedes son Dios, en formación. O, dicho de otro modo, ustedes son información de Dios.

Ya te lo he dicho antes, pero ahora tal vez lo puedas comprender de verdad.
He reiterado muchas cosas en nuestras conversaciones; y lo he hecho a propósito para que asimiles por completo todos los conceptos expuestos, antes de que intentes entender los siguientes.
Quizás alguien desee avanzar más rápido. Tal vez piense "Bien, ¡ya lo entendí!" Sin embargo, ¿realmente lo entiendes? La vida que llevas es la demostración de lo que has entendido y lo que no. Es el reflejo de tus razonamientos más profundos.
Si en tu vida gozas de alegría constante y dicha absoluta, es que ya lo has entendido.
Significa que tu vida no tiene las condiciones que causan dolor, sufrimiento y desilusión.
En realidad significa que vives con alegría a pesar de las condiciones. Tu percepción no se basa en condiciones.
Eso es amor incondicional, del cual te he hablado muchas veces. Quizá lo sientas respecto a otra persona, o por la Vida misma.
Cuando sientes un amor incondicional por la Vida, entonces amas la vida tal y como es, en este momento y lugar. Esto sólo es posible cuando "ves perfección".
Te digo que todo y todos son perfectos. Cuando lo comprendas, estarás alcanzando la Maestría. Sin embargo, sólo lo comprenderás cuando sepas exactamente cuál es el motivo de la gente, cuál es el propósito de todo lo que existe bajo el cielo.
Por ejemplo, cuando entiendas que el motivo de que repita los puntos principales de este diálogo es que te adentres en tus propios razonamientos y que te acerques cada vez más a la Maestría, entonces te encantará que te lo repita, porque comprenderás su beneficio.
Abrazarás el regalo.

Con ello podrás vivir con ecuanimidad este momento y todos los momentos de tu vida, sin importar lo desagradables que te parecieran antes. Te sentirás ecuánime incluso en los momentos previos a tu muerte, pues podrás ver que también tu muerte es perfecta.
Dominarás el uso de la ecuanimidad cuando comprendas que en cada momento algo muere. Cada momento es el fin de tu vida anterior y el comienzo de una nueva vida, tal como decidas que sea.
En cada instante te vuelves a crear, sea de manera consciente o inconsciente; a sabiendas o no de lo que está ocurriendo.
No necesitas enfrentar el momento de lo que antes denominabas "muerte" para experimentar más vida. Puedes experimentar más vida cada vez que así lo desees, de cientos de maneras diferentes, cien veces diferentes, al momento de tu nacimiento, al momento de tu muerte, o en cualquier momento.

Te lo prometo: Vas a sentir más vida cuando te mueras físicamente y con ello te convencerás, más que nunca, de que sí hay más vida, que la vida sigue y que jamás termina. En ese instante te darás cuenta de que nunca hubo insuficiencia de vida y de que nunca hubo insuficiencia de la materia de la vida.
Eso desvanecerá la cuarta ilusión para siempre. Pero puedes lograrlo antes del momento de tu muerte y ése es el mensaje que aquí te doy.
La manera de producir más vida es experimentar más muerte. ¡No permitas que la muerte ocurra una sola vez en tu vida! Experimenta cada momento de la vida como una muerte, pues así cambiará realmente la idea que tienes de ella y aceptarás que es tan sólo el fin de una experiencia y el comienzo de otra.
Cuando lo logres, podrás celebrar un pequeño funeral por cada instante que ha pasado, por lo que ha muerto. Y podrás mirar al frente y crear el futuro, comprendiendo que hay futuro, que hay más Vida.
Cuando lo comprendas, desaparecerá la idea de que no hay suficiente y podrás comenzar a emplear cada dorado instante del presente de una forma nueva, con una nueva comprensión y una apreciación más profunda; con mayor conciencia y más discernimiento, y tu vida nunca volverá a ser igual.

Una vez que entiendas que siempre hay Vida, aprenderás a aprovechar la ilusión de insuficiencia de vida. La ilusión te servirá de ayuda, en lugar de ser un obstáculo, cuando recorras el sendero de regreso a casa.
Puedes relajarte; ya sabes que tienes más tiempo, a pesar de la ilusión de que el tiempo se está agotando. Puedes crear con gran eficiencia, pues sabes que tienes más Vida, a pesar de la ilusión de que tu vida se acaba. Puedes encontrar paz y alegría, a pesar de la ilusión de que no hay suficiente de lo que crees necesitar, pues ahora sabes que sí hay suficiente. Hay suficiente tiempo, suficiente vida y suficiente materia de vida para que puedas vivir con felicidad eternamente.
Cuando te permitas concebir que hay suficiente de lo que considerabas insuficiente, comenzarán a ocurrir cambios extraordinarios en tu manera de vivir.
Cuando entiendas que hay suficiente, dejarás de competir con los demás. Dejarás de competir por el amor, el dinero, el sexo, el poder o cualquier cosa que antes creías era insuficiente. ¡Se acabó la competencia!
Esto lo transforma todo. Ahora, en lugar de competir con los demás para obtener lo que desees, comenzarás a regalarlo. En lugar de pelear por conseguir más amor, empezarás a dar más. En lugar de luchar para lograr más éxito, te cerciorarás de que los demás lo tengan. En lugar de esforzarte por detentar el poder, comenzarás a otorgárselo a los demás.
En lugar de buscar afecto, atención, satisfacción sexual y seguridad emocional, descubrirás que tú eres la fuente de todo ello.
Darás a los demás todo lo que alguna vez deseaste. Y lo asombroso es que, en la medida en que des, también recibirás. De repente tendrás más de lo que regales.
El motivo es muy claro. No tiene nada que ver con que tus actos sean "moralmente correctos", "espiritualmente iluminados" ni "La Voluntad de Dios".
Se debe a una verdad muy sencilla: No hay nadie más. Sólo existe Uno.
Sin embargo, la ilusión indica que no es así. Dice que están separados entre sí y separados de Mí. Muestra que no hay suficiente, ni siquiera de Mí, de modo que, debes tomar medidas para obtenerlo. Dice que serás vigilado muy de cerca para que así sea y que, si no lo haces, serás condenado.
No parece un acto muy amoroso. Y, sin embargo, si algo han enseñado todas sus culturas es que Dios es Amor. Amor Supremo. Amor Absoluto. Amor Incalculable. No obstante, si Dios es Amor, ¿cómo puede existir la compensación? ¿Cómo nos puede sentenciar Dios a una tortura eterna fuera del alcance de cualquier descripción?
Los seres humanos comenzaron a formularse estas preguntas.
Era evidente que la séptima ilusión tenía un defecto. Esto debió poner en evidencia que la idea de condenación era falsa, pero ustedes sabían, en un nivel muy profundo, que no podían abandonar la ilusión o algo muy importante llegaría a su fin.
Una vez más, tenían razón. Pero también aquí cometieron un error.
En lugar de identificar la ilusión como tal y usarla para el fin que pretendía, pensaron que debían corregir su defecto.

Con el fin de corregir el defecto de la séptima ilusión crearon la octava

neale donanld walsh

lunes, 21 de septiembre de 2009

el viaje





El día llegó en que supiste,
finalmente, lo que tenías que hacer.
Y diste el primer paso,
aunque las voces a tu alrededor
no dejaban de gritar
sus malos consejos, aunque
tu casa toda comenzó a temblar.
Y sentiste el antiguo tirón
en los tobillos.
«¡Remienda mi vida!»,
gritaba cada una de las voces.
Pero no te detuviste.
Sabías lo que tenías que hacer,
aunque el viento hurgara
con sus tiesos dedos
las mismas fundaciones,
aunque su melancolía
fuese tan terrible.
Ya era bastante
tarde, y era una noche salvaje,
y el camino estaba lleno
de ramas caídas y de abrojos.
Pero poco a poco,
mientras dejabas atrás las voces,
las estrellas comenzaron a arder
a través del manto de nubes,
y había una nueva voz
que lentamente
reconocías como propia,
una voz que te acompañaba
mientras caminabas más y más profundo
al interior del mundo,
determinada a hacer
la única cosa que podías hacer,
determinada a salvar
la única vida que podías salvar.

mary oliver

domingo, 20 de septiembre de 2009

el inagotable poder de la mente





1. El verdadero secreto del poder es la conciencia del poder. La Mente Universal incondicional. Por eso, cuanto más concientes nos volvemos de nuestra unidad en esta mente, menos concientes nos volveremos de las condiciones y limitaciones, y como nos volvemos emancipados de las condiciones, nos damos cuenta de lo incondicional. NOS HEMOS VUELTO LIBRES!

2. Tan pronto como nos volvemos concientes del inagotable poder en el mundo interno, comenzamos a atraer este poder y a aplicar y desarrollar las mayores posibilidades de que este discernimiento nos ha hecho posibles porque, de lo que sea que nos volvamos concientes, ello se manifiesta invariablemente en el mundo real, se externaliza en expresiones tangibles.

3. Esto es así porque la Mente infinita, que es la fuente de la cual proceden todas las cosas, es única e indivisible, y cada invididuo es un canal por el cual esta Energía Eterna se manifiesta. Nuestra capacidad de pensar es nuestra capacidad de actuar a partir de esta sustancia Universal. Y lo que creemos que se produce y crea en el mundo objetivo.

4. El resultado de este descubrimiento es nada menos que maravilloso, y significa que la mente es extraordinaria en calidad, no tiene límites, y contiene un sinnúmero de posibilidades.
Tomar conciencia de este poder es un “cable eléctrico”; tiene el mismo efecto que poner un cable común en contacto con un cable electrificado. Lo universal es el cable electrificado . Lleva el suficiente poder para enfretarse a cualquier situación que se presente en la vida de todos los individuos .Cuando la mente individual toca la Mente Universal, recibe el poder que requiere. Este es el mundo interno. La ciencia reconoce que todo el poder de este mundo está contenido en el reconocimiento del mismo.

5. La capacidad de eliminar las condiciones imperfectas depende de la conciencia de poder, por lo que, cuanto más concientes estamos de nuestra unidad con la fuente de todo el poder, más grande es nuestro poder de controlar cualquier condición.

6. Las grandes ideas tienden a eliminar las ideas pequeñas, por ello es bueno concebir ideas voluminosas a fin de contrarrestar y destruir tendencias pequeñas o indeseables. Esto eliminará una cantidad innumerable de obstáctulos molestos de tu camino. También te volverás conciente del mundo mayor de pensamiento, y gracias a ello crecerá tu capacidad mental de ubicarte en una posición que te permita lograr algo valioso.

7. Este es uno de los secretos del éxito; uno de los métodos para organizar la Victoria, y uno de los logros de la Mente Maestra, que piensa Grandes Pensamientos. Las energías creativas de la mente no encuentran mayor dificultad para manejar situaciones grandes que situaciones pequeñas. La mente está igual de presente en lo que es infinitamente grande y en lo infinitamente pequeño.

8. Cuando nos damos cuenta de estos hechos de la mente, entendemos cómo podemos llevarnos a cualquier situación creando las condiciones correspondientes en nuestra conciencia, ya que todo lo que se contempla por algún período de tiempo en la conciencia, eventualmente es impreso en el inconciente y se vuelve un patrón que la energía creativa utilizará en la vida y el entorno del individuo.

9. De esta manera se producen las condiciones para que nuestra vida sea simplemente el reflejo de nuestros pensamientos centrales, nuestra actitud mental; vemos entonces que la ciencia de pensar correctamente es LA ciencia, e incluye a todas las ciencias.


coaching secretia

sábado, 19 de septiembre de 2009

domesticación y acuerdos




No hay razón para sufrir.
La única razón por la que sufres es porque así tú lo exiges.
Si observas tu vida encontrarás muchas excusas para sufrir, pero ninguna razón válida.
Lo mismo es aplicable a la felicidad.
La felicidad es una elección, como también lo es el sufrimiento.


La domesticación y el sueño del planeta.

¿Son las cosas como las vemos, como las sentimos, o básicamente interpretamos lo que nos han enseñado a interpretar?
Para la milenaria cultura tolteca (México) la “realidad” que asumimos socialmente no es más que un sueño colectivo, el sueño del planeta. Desde el momento mismo de nacer, interpretamos la realidad mediante acuerdos, y así, acordamos con el mundo adulto lo que es una mesa y lo que es un vestido, pero también lo que “está bien” y lo que “está mal”, e incluso quiénes somos o cuál es nuestro lugar en el mundo (en la familia, en clase, en el trabajo). A este proceso el filósofo mexicano de origen tolteca Miguel Ruiz lo denomina domesticación.
La domesticación es tan poderosa que, en un determinado momento de nuestra vida ya no necesitamos que nadie nos domestique. No necesitamos que mamá o papá, la escuela o la iglesia nos domestiquen. Estamos tan bien entrenados que somos nuestro propio domador. Somos un animal autodomesticado.



El juez y la víctima.

En el transcurso de este aprendizaje incorporamos en nuestra propia personalidad al juez y a la víctima.
El juez representa esa tendencia en nuestra mente que nos recuerda continuamente el libro de la ley que gobierna nuestra vida -lo que está bien y lo que está mal-, nos premia y, más frecuentemente, nos castiga. La víctima es esa parte en cada persona que sufre las exigencias de su propio juez interior. Sufrimos, nos arrepentimos, nos culpabilizamos, nos castigamos por la misma causa una y otra vez, cada vez que el recuerdo nos pasa factura.
Y como consecuencia del propio sistema, el miedo se instaura en nuestra vida.

El miedo y las autoexigencias son los peores enemigos de nuestro pensamiento, y por ende, de nuestra vida. Durante el proceso de domesticación nos formamos una imagen mental de la perfección, lo cual no está mal como camino marcado a seguir.
El problema es que como no somos perfectos nos rechazamos a nosotros mismos. Y el grado de rechazo depende de lo efectivas que han sido las personas adultas para romper nuestra integridad.

Si el libro de la ley que gobierna nuestra vida (nuestra moral, nuestra lógica, nuestro “sentido común”) no cumple sus objetivos, que en su base fundamental consistiría en hacernos seres humanos felices y en armonía, es porque evidentemente éste no funciona.
Y como no funciona hay que cambiarlo. Y ello lo hacemos revisando nuestros acuerdos (nuestra interpretación incuestionable, nuestro sistema de valores), desenmascarando los que no valen y sustituyéndolos por otros.


La filosofía tolteca nos propone cuatro acuerdos básicos:

1. Sé impecable con la palabra.

Las palabras poseen una gran fuerza creadora, crean mundos, realidades y, sobre todo, emociones. Las palabras son mágicas: de la nada y sin materia alguna se puede transformar lo que sea. El que las utilicemos como magia blanca o como magia negra depende de cada cual.

Con las palabras podemos salvar a alguien, hacerle sentirse bien, transmitirle nuestro apoyo, nuestro amor, nuestra admiración, nuestra aceptación, pero también podemos matar su autoestima, sus esperanzas, condenarle al fracaso, aniquilarle.
Incluso con nuestra propia persona: las palabras que verbalizamos o las que pensamos nos están creando cada día. Las expresiones de queja nos convierten en víctimas; las crítica, en jueces prepotentes; un lenguaje machista nos mantienen en un mundo androcéntrico, donde el hombre es la medida y el centro de todas las cosas, y las descalificaciones autovictimistas (pobre de mí, todo lo hago mal, qué mala suerte tengo) nos derrotan de antemano.

Si somos conscientes del poder de nuestras palabras, de su enorme valor, las utilizaremos con cuidado, sabiendo que cada una de ellas está creando algo. La propuesta de Miguel Ruiz es, por tanto:
Utiliza las palabras apropiadamente.
Empléalas para compartir el amor.
Usa la magia blanca empezando por ti.
SÉ IMPECABLE CON LA PALABRA.


2. No te tomes nada personalmente.

Cada cual vive su propia película en la cual es el protagonista. Cada cual afronta su propia odisea viviendo su vida y resolviendo sus conflictos y sus miserias personales. Cada cual quiere sobrevivir el sueño colectivo y ser feliz. Y cada cual lo hace lo mejor que puede dentro de sus circunstancias y sus limitaciones.
Las demás personas sólo somos figurantes en esa película que cada cual hace de su vida, o a lo sumo personajes secundarios. Si alguien me insulta por la calle (o yo lo percibo así) con casi toda seguridad no tiene nada o muy poco que ver conmigo; es simplemente su reacción a algo que está pasando fuera (un mal día con su pareja o en el trabajo, una discusión con su hija), o más probablemente dentro (preocupaciones, ansiedad, frustración, impaciencia, una gastritis o un dolor de cabeza).
La impaciencia o las exigencias de tu pareja, de la vecina en la escalera o de la cajera del supermercado, las críticas de tu hijo o en el trabajo, nada de eso es personal. Cada cual está reaccionando a su propia película.

Hay mucha magia negra fuera, lo mismo que la hay dentro de ti misma, o de mí. En cualquiera, en algún momento de su vida, en algún momento del día. Todo el mundo somos “depredadores emocionales” alguna que otra vez.
Tomarse las cosas personalmente te convierte en una presa fácil para esos depredadores, los magos negros… Te comes toda su basura emocional y la conviertes en tu propia basura. Pero si no te tomas las cosas personalmente serás inmune a todo veneno aunque te encuentres en medio del infierno.

Comprender y asumir este acuerdo nos aporta una enorme libertad. Cuando te acostumbres a no tomarte nada personalmente, no necesitarás depositar tu confianza en lo que hagan o digan sobre ti las demás personas. Nunca eres responsable de los actos o palabras de las demás personas, sólo de las tuyas propias. Dirás “te amo” sin miedo a que te rechacen o te ridiculicen. Siempre puedes seguir a tu corazón.
Respecto a la opinión ajena, para bien o para mal, mejor no depender de ella. Ésa es otra película.
NO TE TOMES LAS COSAS PERSONALMENTE.


3. No hagas suposiciones.

Tendemos a hacer suposiciones y a sacar conclusiones sobre todo. El problema es que al hacerlo creemos que lo que suponemos es cierto y montamos una realidad sobre ello. Y no siempre es positiva o está guiada por la confianza o el amor, sino más frecuentemente por el miedo y nuestra propia inseguridad.
Deduzco que alguien se ha enfadado conmigo porque no respondió a mi saludo al cruzarnos y mi mente organiza toda una realidad sobre eso. Y se rompen puentes entre la otra persona y yo, difíciles de salvar. Lo mismo con nuestra pareja, con la vecina, con el trabajo. Creamos realidades en base a comentarios o elementos sueltos (cuando no en base a chismes malintencionados).
La manera de evitar las suposiciones es preguntar. Asegúrate de que las cosas te queden claras… e incluso entonces, no supongas que lo sabes todo sobre esa situación en particular. En última instancia y si te dejas guiar por la buena voluntad, siempre te queda la confianza… y la aceptación.
NO SAQUES CONCLUSIONES PRECIPITADAMENTE.


4. Haz siempre lo mejor que puedas.

El cuarto y último acuerdo permite que los otros tres se conviertan en hábitos profundamente arraigados: haz siempre lo máximo y lo mejor que puedas.
Siendo así, pase lo que pase aceptaremos las consecuencias de buen grado.
Hacerlo lo mejor posible no significa que tú y yo tengamos que hacerlo de la misma manera, ni siquiera que mi respuesta en estos momentos sea la misma que en otro que me siento cansada, o no he dormido bien, o me siento llena de amor y confianza y tremendamente generosa.
Se podría decir que en cada momento de nuestra vida somos diferentes, en unas circunstancias y con unas limitaciones concretas. A veces podemos responder a lo que interpretamos como una “provocación” con una sonrisa irónica o divertida, con sentido del humor, o con una carcajada retadora, o incluso a gritos.
Pero siempre podemos intentar ser impecables con la palabra, no tomárnoslo personalmente y no sacar conclusiones precipitadas… dentro de nuestras limitaciones físicas, anímicas y en general, de cada momento. Si lo intentamos, de la mejor manera que podemos, ya es suficiente.

Verdaderamente, para triunfar en el cumplimiento de estos acuerdos necesitamos utilizar todo el poder que tenemos.
De modo que, si te caes, no te juzgues.
No le des a tu juez interior la satisfacción de convertirte en una víctima.
Simplemente, empieza otra vez desde el principio.
Con la práctica será cada vez más fácil hasta que, sorpresa, la identificación es prácticamente completa y los cuatro acuerdos forman parte de nuestra manera de ser.
Simplemente somos así.

Sin duda nuestra vida será más sencilla y satisfactoria, para nosotros mismos y para las demás personas que nos rodean.


miguel ruiz

viernes, 18 de septiembre de 2009

círculo completo




Nadando durante miles de años, bajo muchas lunas llenas...,
te buscaba.
Naves y almas perdidas toman tierra en lugares acogedores
guiadas por el anhelo y los ángeles del mar.
Mi corazón vaga, me acurruco y me abrazo,
ansiando estar en casa,
sin saber que está siempre aquí.
Y en medio del vaivén
suscitado por la fuerza de la lluvia,
respirando por los ojos,
siento venir la dulzura de muchos árboles risueños
que saben que esos tesoros
enterrados en lo profundo de mi corazón
han comenzado a entonar
la Canción de los Ángeles Soñadores.
Teniendo a mi Alma por único mapa,
con el cual conducir,
con el cual guiar
mis deseos de que el mundo sea tan suave
como la amabilidad de las manos tiernas,
y se deslice muy silencioso,
con la dulce música de los pájaros
que sube en espiral desde el lugar más profundo...
sonrío en mi interior,
sonrío profundamente.


michele gold

jueves, 17 de septiembre de 2009

mal uso de poder





Cuando usas el poder, debes tener profundo respeto y amor por los demás y por la totalidad de la existencia. No interfieras con la vida de la otra persona desde tus ideas intelectuales. Si tienes poder, no manipules a los demás, úsalo creativamente.

Ramakrishna tenía un discípulo, Vivekananda, y había en el ashram un hombre muy sencillo e inocente, cuyo nombre era Kalu.

Kalu había convertido su habitación en un templo.
En la India, cualquier piedra puede convertirse en un dios, de modo que Kalu poseía trescientos dioses en su pequeña habitación.
Vivekananda siempre le decía: `Arroja a esos dioses al Ganges. Esto es una tontería, el dios está dentro`.
Pero Kalu decía: `Amo a estas piedras. Son hermosas. Me las ha dado el Ganges. ¿Cómo voy a arrojarlas nuevamente ahora?. No, no puedo`.

El día en que Vivekananda alcanzó su primer satori, con la primera ola de poder, tuvo la idea... sólo para divertirse proyectó una idea dentro de la mente de Kalu:
`Kalu, lleva ahora a todos tus dioses y arrójalos al Ganges`. Ramakrishna se hallaba sentado afuera. Vio todo este juego. Debe haber visto cómo se proyectaba el pensamiento, pero esperó. Entonces salió Kalu con un gran atado; llevaba a todos los dioses en un enorme bolso. Ramakrishna lo detuvo y le dijo: `Espera, ¿adonde te diriges?`.

Kalu respondió: `Se me ha ocurrido la idea que esto es estúpido. Arrojaré todos los dioses al río`.
Dijo Ramakrishna: `Espera`.
Y llamó a Vivekananda. Ramakrishna le gritó muy enojado: `¿Es ésta tu manera de usar tu poder?`. Y le dijo a Kalu: `Ve a tu habitación, vuelve a colocar a tus dioses en sus lugares. Esta idea no es tuya, es de Vivekananda`.
Kalu admitió que el pensamiento le había resultado extraño, como si le hubiera poseído, como si lo hubiera golpeado desde afuera`.

Ramakrishna estaba tan enojado con Vivekananda que le dijo: `Ahora yo guardaré tu llave. No tendrás más satoris... sólo recibirás esta llave tres días antes que mueras.

Y así es como sucedió. Durante años lloró y lloró, pero no pudo tener otro satori. Lo intentó mucho. Cuando Ramakrishna agonizaba él le dijo: `Devuélveme la llave`. Pero Ramakrishna respondió:`No, porque pareces peligroso. Semejante poder no puede usarse de esa manera. Espera. Todavía no eres suficientemente puro. Continúa llorando y meditando`.

Y exactamente tres días antes de que Vivekananda muriera tuvo otro satori.
Supo entonces que había llegado el momento de su muerte.


Los Sufis: El Pueblo del Sendero

miércoles, 16 de septiembre de 2009

medita




Con el amor y la comprensión llega la perspectiva de la paciencia infinita.
¿Qué prisa tienes, si en el fondo, el tiempo no existe, por mucho que a ti te lo parezca?
Cuando no experimentas el presente, cuando te dejas absorber por el pasado o preocupas por el futuro, te provocas mucho pesar y mucho sufrimiento.
El tiempo también es una ilusión. Incluso en el mundo tridimensional, el futuro es solamente un sistema de probabilidades.
Así pues, ¿por qué preocuparse tanto?

El pasado debe recordarse y luego olvidarse. No te aferres a él. Eso debe aplicarse a los traumas de la infancia y de vidas anteriores, pero también a las actitudes, las ideas falsas y los sistemas de creencias que te han inculcado a la fuerza, y a todos los pensamientos caducos o, mejor aún, a todos los pensamientos.
¿Cómo vas a ver claramente y sin prejuicios con todos esos pensamientos en la cabeza?
¿Y si tienes que aprender algo nuevo desde una perspectiva inédita?

Deja de pensar.
Te conviene más utilizar la sabiduría intuitiva para volver a experimentar el amor.
Medita.
Verás que todo está interconectado.
Verás tu verdadero yo.
Verás a Dios.

La meditación y la visualización te ayudarán a dejar de pensar tanto y a iniciar el trayecto de retorno. Se producirá la curación.
Empezarás a utilizar la mente que tienes desaprovechada.
Verás.
Comprenderás.
Y llegarás a ser sabio.
Entonces habrá paz.

brian weiss

martes, 15 de septiembre de 2009

la promesa




-Ha de ser la promesa- dijo don Juan tras una larga pausa.
-¿Cómo?
-Una promesa que hiciste una vez, hace mucho.
-¿Qué promesa?
-A lo mejor tú puedes decirmelo. Si te acuerdas de ella ¿no?
-No
-Una vez prometiste algo muy importante. Pensé que quizá tu promesa te evitaba "ver".
-No sé de que habla usted.
-¡Hablo de una promesa que hiciste! Tienes que recordarla.
-Si usted sabe cual fue la promesa ¿por qué no me lo dice, don Juan?
-No, de nada sirviría decirte.
-Fue una promesa que me hice a mí mismo?

Por un momento pensé que podría estarse refiriendo a mi decisión de abandonar el aprendizaje.
-No, esto es algo que pasó hace mucho tiempo, dijo.
Reí, seguro de que don Juan estaba jugando conmigo.
Me sentí lleno de malicia. Tuve un sentimiento de exaltación ante la idea de poder engañar a don Juan, quien, me hallaba convencido, sabía tan poco como yo acerca de la supuesta promesa. Sin duda buscaba en la oscuridad y trataba de improvisar. La idea de seguirle la corriente me deleitó.
-¿Fué algo que le prometí a mi abuelito?
-No-dijo él y sus ojos brillaron-Tampoco fue algo que le prometiste a tu abuelita.
La ridícula entonación que le dió a la palabra "abuelita"me hizo reir. Pensé que don Juan me estaba poniendo alguna trampa, pero me hallaba dispuesto a jugar el juego hasta el final.
Empecé a enumerar todos los posibles individuos a quienes yo habría podido prometer algo de gran importancia. Él dijo no cada vez. Luego encaminó la conversación hacia mi niñez.
-¿Por qué fue triste tu niñez?-preguntó con gesto serio.
Le dije que mi infancia no habíaa sido en verdad triste, sino acaso un poco difícil.
Todo el mundo siente lo mismo-dijo, mirándome de nuevo- También yo pasé de niño muchas desdichas y temores. Ser un niño indio es duro, muy duro. Pero el recuerdo de ese tiempo ya no tiene otro significado sino que fue duro, dejé de pensar en las penalidades de mi vida aún antes de que aprendiera a "ver".
-Yo tampoco pienso en mi niñez- dije.
-¿Entonces por qué te entristece?¿Por qué tienes ganas de llorar?
-No sé... Tal vez cuando me recuerdo de niño siento lástima de mí mismo y de todos mis semejantes. Me siento indefenso y triste.
Me miró con fijeza y de nuevo mi región abdominal registró la extraña sensación de dos dedos suaves que la aferraban. Aparté los ojos y luego volví a mirarlo. Él miraba la distancia mas allá de mi; tenía los ojos nebulosos, desenfocados.
-Fue una promesa de tu niñez- dijo tras un silencio momentáneo.
-¿Que cosa prometí?
No respondió. Tenía los ojos cerrados. Sonreí involuntariamente; sabía que don Juan esta tantaleando en la oscuridad; sin embargo, había perdido en parte mi ímpetu original de seguirle el juego.
-Yo era un niño flaco-prosiguió-, y siempre tenía miedo.
-También yo- dije.
-Lo que más recuerdo es el terror y la tristeza que se me vinieron encima cuando los soldados yoris mataron a mi madre- dijo suavemente como si el recuerdo fuera aún doloroso-. Era una india pobre y humilde. Tal vez fue mejor que su vida acabara entonces. Yo quería que me mataran con ella, por que era un niño. Pero los soldados me levantaron y me golpearon. Cuando me agarre del cuerpo de mi madre, me rompieron los dedos de un fuetazo.
No sentí dolor, pero ya no pude cerrar las manos y entonces me llevaron a rastras.
Dejó de hablar. Sus ojos seguían cerrados y pude percibir un leve temblor en sus labios. Una profunda tristeza empezo a invadirme. Imágenes de mi propia infancia inundaban mi mente.
-¿Cuántos años tenía usted,don Juan?- pregunté, solo por disipar mi tristeza.
-Como siete. Era el tiempo de las grandes guerras yaquis. Los soldados yoris nos cayeron de sorpresa mientras mi madre preparaba algo de comer. Era una mujer indefensa. La mataron sin ningún motivo. No tiene nada que ver el que haya muerto así, en realidad no importa, pero para mi sí. No puedo decirme por qué, sin embargo; nada mas me importa…Creí que habían matado a mi padre, pero no. Estaba herido. Luego nos metieron en un tren, como reses y cerraron la puerta. Días y días nos tuvieron allí en la oscuridad,como animales...
Nos mantenian vivos con pedazos de comida que de vez en cuando hechaban al vagón.
Mi padre murió de sus heridas en ese vagón. En el delirio del dolor y la fiebre me decía y me repetía que yo tenía que vivir. Siguió diciéndome eso hasta el último momento de su vida.
La gente me cuidadaba; me daba comida; una vieja curandera me compuso los huesos rotos de la mano. Y como puedes ver,viví. La vida no ha sido ni buena ni mala conmigo; la vida ha sido dura. La vida es dura y para un niño es a veces el horror mismo.
Quedamos largo rato sin hablar. Alrededor de una hora transcurrió en silencio completo. Yo experimentaba sentimientos muy confusos. Me sentía algo afligido, pero no podia saber la razón. Experimentaba un sentido de remordimiento. Un rato antes había estado dispuesto a seguirle la corriente a don Juan, pero de pronto él habia trastocado la situación con su relato directo. Había sido sencillo y conciso y me había producido un sentimiento extraño.

La idea de un niño soportando dolor era un tema al que yo siempre había sido susceptible. En un instante, mis sentimientos de empatía hacia don Juan cedieron el paso a una sensación de disgusto conmigo mismo. Allí estaba yo, tomando notas, como si la vida de don Juan fuera sólo un caso clínico. Estaba a punto de romper mis notas cuando don Juan me dió un leve puntapie en la pantorrila para llamar mi atención. Dijo que "veía"a mi alrededor una luz de violencia y que se preguntaba si iba yo a empezar a golpearlo. Su risa fue un alivio delicioso. Dijo que yo era dado a explosiones de conducta violenta, pero que en realidad no era malo y que la mayor parte del tiempo la violencia era contra mí mismo.
-Tiene usted razón, don Juan-dije
-Por supuesto-dijo, riendo.
Me instó a hablar de mi niñez. Empecé a contarle mis años de miedo y soledad y me metí a describirle lo que yo consideraba mi abrumadora lucha por sobrevivir y "conservar mi espíritu". Rió de la metéfora "conservar mi espíritu".
Hablé largo rato, él escuchaba con expresión grave. Entonces en un moento dado, sus ojos volvieron a “asirme” y dejé de hablar. Tras una pausa momentánea, don Juan dijo que nadie me había humillado nunca y ése era el motivo de que yo no fuera realmente malo.
Todavía no has sido derrotado - dijo.
Repitió la frase cuatro o cinco veces, de manera que me sentí obligado a preguntarle qué quería decir con ella. Explicó que la derrota era una condición inevitable de la vida. Los hombres eran victoriosos o derrotados y según eso se convertían en perseguidores o en víctimas. Estas dos condiciones prevalecían mientras uno no “veía”, el “ver” disipaba la ilusción de la victoria. La derrota o el sufrimiento. Añadió que yo debía aprender a “ver” mientras fuese victorioso, para evitar el tener jamás el recuerdo de una humillación.
Protesté: no era victorioso ni lo había sido nunca, en nada, mi vida era, si acaso, una derrota.
Rió y arrojó al suelo su sombrero.
-Si tu vida es la derrota que dices, pisa mi sombrero -me desafió en broma. Argumenté sinceramente mi parecer. Don Juan se puso serio. Sus ojos se achicaron hasta convertirse en finas ranuras. Dijo que las razones por las que yo consideraba mi vida una derrota no eran la derrota en sí.
Luego, en un movimiento rápido y completamente inesperado, me tomó la cabeza entre las manos colocando sus palmas contra mis sienes.
Sus ojos cobraron fiereza al mirar los míos. Asustado, aspiré por la boca, profunda e involuntariamente. Soltó mi cabeza y se reclinó contra la pared, aún escudriñándome. Se había movido con tal rapidez que, cuando se relajó y se recargó cómodamente en la pared, yo seguía a la mitad de mi aspiración profunda. Me sentí mareado, incómodo.

-Veo un niño que llora -dijo don Juan tras una pausa.Lo repitió varias veces, como si yo no comprendiera. Tuve el sentimiento de que su frase se refería a mí, de modo que no le presté verdadera atención.
-¡Oye! -dijo, exigiendo mi concentración total-.
Veo un niño que llora. Le pregunté si ese niño era yo. Dijo que no.
Le pregunté entonces si era una visión de mi vida o sólo un recuerdo de la suya. No respondió.
-Veo un niño -siguió diciendo-. Llora y llora.-¿Es un niño que yo conozco? -pregunté.
-Sí.-¿Es mi niño?-No.
-¿Está llorando ahora?
-Está llorando ahora -dijo con convicción.
Pensé que don Juan tenía una visión de un niño que yo conocía y que en ese mismo instante estaba llorando. Pronuncié los nombres de todos los niños que conocía, pero él dijo que esos niños no tenían que ver con mi promesa, y que el niño que lloraba era muy importante con relación a ella. Las aseveraciones de don Juan parecían incongruentes. Había dicho que yo prometí algo a alguien durante mi infancia, y que el niño que lloraba en ese preciso momento era importante para mi promesa. Le dije que sus palabras no tenían sentido. Repitió calmadamente que "veía" a un niño llorar en ese momento, y que el niño estaba herido. Luché seriamente por dar a sus afirmaciones algún tipo de ilación ordenada, pero no podía relacionarlas con nada de lo cual yo tuviera conciencia.
-No doy en el clavo -dije-, porque no puedo recordar haber hecho a nadie una promesa importante, y menos a un niño. Achicó de nuevo los ojos y dijo que el niño que lloraba en ese preciso momento era un niño de mi infancia.
-¿Era niño durante mi niñez y sigue llorando ahora? -pregunté.
-Es un niño que está llorando ahora -insistió.
-¿Se da usted cuenta de lo que dice, don Juan?-Sí.
-No tiene sentido. ¿Cómo puede ser un niño ahora, si lo fue cuando yo mismo era niño?
-Es un niño y está llorando ahora -dijo con terquedad.
-Explíqueme eso, don Juan.-No.
Tú me lo tienes que explicar a mí. A fe, me resultaba imposible sondear aquello a lo cual se refería.
-¡Está llorando! ¡Está llorando! -siguió diciendo don Juan en tono hipnótico-. Y ahora te abraza. ¡Está herido! ¡Está herido! Y te mira. ¿Sientes sus ojos? Está hincado y te abraza. Es más chico que tú. Vino a ti corriendo. Pero tiene el brazo roto. ¿Sientes su brazo? Ese niño tiene una nariz que parece botón. ¡Si! Es una nariz de botón.
Mis oídos empezaron a zumbar y perdí la noción de hallarme en la casa de don Juan. Las palabras "nariz de botón" me arrojaron de inmediato en una escena de mi niñez. ¡Yo conocía a un niño con nariz de botón! Don Juan se había colado en uno de los sitios más recónditos de mi vida. Supe entonces de qué promesa hablaba.
Experimenté exaltación, desesperación, reverencia temerosa hacia don Juan y su espléndida maniobra. ¿Cómo demonios sabía lo del niño con nariz de botón de mi infancia? El recuerdo evocado en mí por don Juan me agitó a tal grado que el poder de mi memoria me hizo retroceder a un tiempo en el que yo tenía ocho años. Esa fue sin duda la época más atormentada de mi niñez. El carácter dulce y apacible de mis padres no contribuyó de ninguna manera a prepararme para el embate de mis compañeros de escuela y primos de mi edad. Había más de veinte niños con quien vérmelas día a día. Eran fuertes y, sin darse cuenta, absolutamente brutales. Su crueldad llegaba a extremos verdaderamente extravagantes. Yo sentía entonces estar rodeado de enemigos, y en los torturantes años siguientes libré una guerra sórdida y desesperada. Finalmente, por medios que a estas alturas sigo sin conocer, logré someter a todos mis primos. Era en verdad victorioso. Ya no tenía competidores que contaran. Sin embargo, yo no me di cuenta de eso, ni tampoco sabía cómo detener mi guerra, que lógicamente se extendió a los terrenos de la escuela. Los salones de la escuela rural a la que asistía eran mixtos, y los años primero y tercero estaban separados únicamente por un espacio entre los pupitres. Fue allí donde conocía un niño de nariz plana, a quien fastidiaban con el apodo "Nariz de botón". Cursaba el primer año. Yo solía ensañarme con él al azar, sin verdadera intención de hacerlo.Pero él parecía simpatizar conmigo a pesar de cuanto le hacía. Solía seguirme a todas partes e incluso guardaba el secreto de que yo era el responsable de algunas de las maldades que desconcertaban al director. Sin embargo, yo seguía molestándolo. Un día derribé a propósito un pesado pizarrón de caballete; cayó sobre él; el pupitre donde se hallaba sentado absorbió parte del impacto, pero así y todo el golpe le rompió la clavícula. Cayó al suelo. Lo ayudé a levantarse y vi el dolor y el susto en sus ojos mientras él me miraba y se me abrazaba. El choque de verlo sufrir con un brazo destrozado fue más de lo que pude soportar. Durante años, yo había batallado sañudamente contra mis primos, y había vencido; había sojuzgado a mis enemigos; me había sentido bueno y poderoso hasta el momento en que la figura llorosa del niñito con nariz de botón demolió mis victorias.
Allí mismo abandoné la batalla. En todas las formas de que era capaz, me hice el propósito de no triunfar nunca más.
Pensé que tendrían que cortarle el brazo, y prometí que si el niño se curaba yo jamás volvería a ser victorioso.
Renuncié por él a mis victorias…
Así fue como lo comprendí entonces.
Don Juan había abierto una llaga purulenta en mi vida.
Me sentí aturdido, acongojado. Un pozo de tristeza sin alivio me llamaba, y sucumbí a él. Sentí sobre mí el peso de mis acciones. El recuerdo de aquel niñito con nariz de botón, cuyo nombre era Joaquín, me produjo una angustia tan vívida que lloré. Hablé a don Juan de mi tristeza por ese niño que jamás tuvo nada, ese joaquincito que no tenía dinero para ver a un médico y cuyo brazo nunca sanó debidamente.
Y todo lo que yo pude darle fueron mis victorias pueriles.
Me sentía lleno de vergüenza.
-Déjate de babosadas -dijo don Juan, imperioso-. Diste bastante. Tus victorias eran fuertes y eran tuyas. Diste bastante. Ahora debes cambiar tu promesa.
-¿Cómo la cambio? ¿Lo digo y ya?
-Una promesa de ésas no se cambia nada más con decirlo. Quizá muy pronto puedas saber qué se hace para cambiarla. Entonces a lo mejor hasta llegas a “ver”.
-¿Puede usted darme algunas sugerencias, don Juan?
-Debes esperar con paciencia, sabiendo que esperas y sabiendo qué cosa esperas. Ese es el modo del guerrero.
Y si se trata de cumplir tu promesa, debes conocer que la estás cumpliendo. Entonces llegará un momento en el que tu espera habrá terminado y ya no tendrás que honrar tu promesa.
No hay nada que puedas hacer por la vida de ese niño.
Sólo él podría cancelar ese acto.
-¿Pero cómo?
-Aprendiendo a reducir a nada sus necesidades. Mientras piense que fue una víctima, su vida será un infierno. Y mientras tú pienses lo mismo, tu promesa vale. Lo que nos hace desdichados es la necesidad. Pero si aprendemos a reducir a nada nuestras necesidades, la cosa más pequeña que recibamos será un verdadero regalo. Ten paz: le hiciste un buen regalo a Joaquín. Ser pobre o necesitado es sólo un pensamiento; y lo mismo es odiar, o tener hambre, o sentir dolor.
-No puedo creer eso en verdad, don Juan. ¿Cómo pueden ser sólo pensamientos el hambre y el dolor?
-Para mí, ahora, son sólo pensamientos. Eso es todo lo que sé. He logrado esa hazaña. Esa hazaña es poder y ese poder es todo lo que tenemos, fíjate bien, para oponernos a las fuerzas de nuestras vidas; sin ese poder somos basuras, polvo en el viento.
-No dudo que usted lo hay logrado, don Juan, ¿pero cómo puede un hombre común, digamos yo o el Joaquincito, llegar a eso?
-A nosotros, como individuos, nos toca oponernos a las fuerzas de nuestras vidas. Esto te lo he dicho mil veces: sólo un guerrero puede sobrevivir.
Un guerrero sabe que espera y sabe lo que espera, y mientras espera no quiere nada y así cualquier cosita que recibe es más de lo que puede tomar. Si necesita comer halla el modo, porque no tiene hambre; si algo lastima su cuerpo halla el modo de pararlo, porque no siente dolor. Tener hambre o sentir dolor significa que uno se ha entregado y que ya no se es guerrero; las fuerzas de su hambre y su dolor lo destruirán.
Quise seguir discutiendo el tema, pero me detuve al darme cuenta de que con la discusión estaba levantando una barrera para protegerme de la fuerza devastadora de la prodigiosa hazaña de don Juan, que me había tocado tan hondo y con tal poder ¿Cómo supo?


una realidad aparte, carlos castaneda

lunes, 14 de septiembre de 2009

la ilusión del juicio




La sexta ilusión es: Existe el juicio

Tu decisión de que debes hacer algo para obtener algo de lo que no hay suficiente, incluyendo a Dios, te ha obligado a responder algunas preguntas difíciles: ¿Cómo se sabrá si una persona ha cumplido con el requisito o no? ¿Y qué sucederá con los que no lo cumplieron?
La respuesta a estas preguntas dio lugar a la invención del juicio.
Pensaste que debía haber un árbitro, y como el Creador fue quien estableció el requisito, lo lógico era que Él decidiera también quién lo había cumplido y quién no.
Durante mucho tiempo, tu especie estuvo convencida de que era necesario hacer algo para complacer a Dios y que, de no ser así, las consecuencias serían trágicas. Es comprensible que llegaran a esa conclusión; cuando miraban a su alrededor, veían que a algunas personas les iba bien en la vida y a otras no. La mente primitiva se preguntaba por qué. Y se le ocurrió una respuesta primitiva:
La fortuna sonreía sólo a quienes eran dignos de la gracia de los dioses. Los dioses debían ser satisfechos y, posteriormente, nos juzgarían por ello.
Conforme a esta creencia surgieron sacrificios y rituales de todo tipo para apaciguar a las exigentes deidades.
En este periodo temprano, la sensación de insuficiencia de tu especie fue tan intensa que llegaron a pensar que los dioses competían entre sí. Existían muchos dioses a quienes complacer y solía ser fácil saber qué había que hacer para mantenerlos a todos contentos.
Cada desastre, cada granizada, cada huracán, cada sequía, hambruna, o calamidad personal se consideraba prueba de que los dioses no estaban satisfechos o, en ocasiones, de que estaban en guerra unos contra otros.
¿De qué otra manera se podría explicar lo que ocurría?
Ahora bien, estas creencias surgieron durante los tiempos antiguos, pero a través de los milenios se han ido refinando. Actualmente la mayoría no cree en una larga lista de dioses enfurecidos a los que hay que apaciguar, sino en un solo Dios enfurecido al que hay que apaciguar.
Aunque parezca que tu especie ha evolucionado y que hace tiempo que dejó atrás esos conceptos primitivos que visualizaban a un Dios vengativo, estas ideas siguen dominando la teología de tu planeta.
El modelo de Dios vengador nunca ha perdido popularidad en su sociedad. Han aprovechado tanto los desastres personales como los planetarios para demostrar su validez. En tiempos muy recientes hubo mucha gente, entre ellos líderes religiosos, que proclamó que los infortunios de la vida, como la epidemia de sida, eran un castigo de Dios por la conducta individual o colectiva de la especie humana.
Muchas personas siguen creyendo que existe un requisito establecido por Mí, el cual deberán cumplir si desean recibir recompensas aquí y en el Cielo. Continúan pensando que hay un tribunal que juzga quién ha cumplido el requisito y quién no.
Por otra parte, algunas teologías afirman categóricamente que nadie puede cumplir el requisito, hagan lo que hagan; aunque tengan una vida perfecta, sin ningún error, tropiezo o falta. Según dichas enseñanzas, todos nacen imperfectos (algunas religiones lo llaman el pecado original), con una mancha en el alma, antes de empezar a vivir.

Ningún acto puede eliminar esta mancha, ni siquiera el arrepentimiento; sólo puede lograrse por la gracia de Dios. Y Dios, según se enseña, no concede esta gracia a menos que la persona se acerque a Él de un modo concreto.

Esta enseñanza manifiesta que yo soy un Dios muy quisquilloso, un Dios que no concede el júbilo del Cielo a quien no haga lo que Yo diga.
Se ha dicho que Yo soy muy obstinado en cuanto a esto; que en realidad no importa cuán bondadosa, compasiva, generosa o noble haya sido una persona. No importa cuán arrepentida esté por sus ofensas ni lo que haya hecho para rectificar su conducta. No importa si le ha hecho al mundo la contribución más grande para mejorar la vida en el planeta. Si no ha venido a Mí por el sendero correcto, pronunciando las palabras adecuadas y creyendo en la religión verdadera, no podrá sentarse a la derecha de Dios Padre Todopoderoso.

Ante tales exigencias, esta idea podría llamarse presunción...
La especie humana, convencida de que Dios ha levantado barreras para separarse de ella, también ha interpuesto barreras entre sus individuos.
Basándose en una página del libro de Dios (lo que a Mí me parece bien sin duda debe aplicarse también entre ustedes), "ponen una mancha" sobre unos u otros incluso antes de que hagan nada. Como ya he dicho, consideren que las personas que son de un género, color o religión "equivocada" están manchados. Y también en cuanto a nacionalidad, vecindario, tendencia política u orientación sexual, o cualquier otra condición "equivocada". Cuando se comportan así es como si jugaran a "ser Dios".
Declaran que Dios enseña a juzgar de esta manera, puesto que Él puso la primera mancha de imperfección en el alma humana, Él los juzgó a ustedes antes de que pudieran demostrar lo contrario.
Por lo tanto, prejuzgar; es decir, tener prejuicios, debe ser aceptable, ya que si Dios lo acepta, ¿por qué no el hombre?
Y, ¿por qué motivo decidí que eran imperfectos desde su nacimiento? Según sus enseñanzas, porque los primeros seres humanos fueron malos.

De este modo comprobamos cómo se remitieron a las primeras tres ilusiones para justificar las tres siguientes. Funciona así: cada nueva ilusión provoca la siguiente y a su vez demuestra las anteriores.
Tu cultura dice que cuando Adán y Eva pecaron, fueron expulsados del Paraíso y, tanto ellos como su descendencia, perdieron la felicidad y el derecho a la vida eterna. No sólo los sentencié a una vida de limitación y esfuerzo, sino a la muerte (la cuarta ilusión), condiciones que no sufrían antes de su tropiezo.
Otras culturas y teologías que aún existen en su planeta, no aceptan la historia de Adán y Eva, pero crearon su propia prueba de que existe un requisito. La mayoría está de acuerdo con que ustedes son imperfectos a los ojos de Dios y deben hacer algo para alcanzar la Perfección, léase Purificación, Salvación, Iluminación...
Como creen que el ser humano es imperfecto puesto que Yo mismo les he otorgado esta característica, se lo atribuyen entre ustedes con toda libertad. Y siempre esperan de los demás lo que creen que Yo espero: la perfección.
Se pasan la vida exigiendo perfección a los que ustedes mismos consideran imperfectos.
Su primer error, y el que suele resultar más caro, es hacérselo a ustedes mismos, y después, cometen un segundo error al exigírselo a los demás. Así, es imposible que alguien pueda cumplir... El requisito.
Los padres exigen perfección de sus hijos y los hijos exigen perfección de sus padres.
Los ciudadanos exigen perfección de su gobierno y el gobierno exige perfección de sus ciudadanos.
La Iglesia exige perfección de sus fieles y los fieles exigen perfección de su Iglesia.
Los vecinos exigen perfección de sus vecinos, una raza de otra raza, las naciones de otras naciones.

Piensan que la ilusión del juicio es real. Proclaman que si Dios los juzga, también ellos tienen derecho a juzgar a los demás. Y así lo hacen.

Su mundo se apresura a juzgar sobre todo a cualquiera que reciba premios como fama, poder o éxito, lo cual se supone que sólo es digno de un ser perfecto; y condena a cualquier persona que muestra la más mínima imperfección.
Se han vuelto tan fanáticos que es casi imposible convertirse en líder, héroe o imagen pública, por lo que se privan justamente de lo que su sociedad más necesita.
Han caído en su propia trampa; no pueden liberarse de los juicios que se imponen a sí mismos ni de los que Creen que Dios les impuso.
Sin embargo, ¿por qué una simple observación sobre tu persona te hace sentir incómodo? Afirmar que algo es de cierto modo, ¿se considera un juicio? ¿No podría ser simplemente una observación? ¿Qué más da si alguien no cumple con el requisito? ¿Qué importancia tiene?
Se hacen estas preguntas.
Era evidente que la sexta ilusión tenía un defecto, hecho que debió haber puesto en evidencia que la idea del juicio era falsa, pero los seres humanos sabían, en un nivel muy profundo, que no podían abandonar la ilusión o algo muy importante llegaría a su fin.
Una vez más, tenían razón. Pero también aquí cometieron un error. En lugar de identificar la ilusión como tal y usarla para el fin que pretendía, pensaron que debían corregir su defecto.
Con el fin de corregir el defecto de la sexta ilusión crearon la séptima.


neale donald walsh