domingo, 24 de abril de 2011
estar herido y la voluntad de vivir
Desde el descubrimiento de Quirón en 1977, los astrólogos experimentaron y exploraron sus temas, escucharon los nuevos relatos que resuenan sobre su antiguo mito y llegaron a una cierta comprensión de su impacto arquetípico. Ahora, cerca de veinte años después, Liz Greene ve a Quirón como esencial para profundizar nuestra comprensión de la conciencia solar, pues, para elegir vivir la vida a pleno, debemos encarar esa parte nuestra que más bien busca la muerte.
La voluntad de vivir es un gran misterio. Todo médico, cualquiera sea su experiencia en enfermedades con riesgo de vida, sabe que dicha voluntad puede afectar el bienestar tanto físico como psicológico, y que la supervivencia frecuentemente depende de la voluntad de vivir del enfermo más que de los tratamientos médicos administrados. La voluntad de vivir tampoco es necesariamente lo que proclamamos sentir. Podemos proclamar que queremos vivir, pero en algún lado, dentro nuestro, queremos "ir a casa", y este anhelo de olvidar puede ser más poderoso que cualquier declaración conciente o intención de "mejorar". Algunas personas reaccionan ante el conflicto, el dolor y la desilusión, con una respuesta creativa que transforma su perspectiva y hasta su circunstancia. Otros se vuelven amargados y desesperanzados y viven en un mundo gris y tenebroso o pierden totalmente su voluntad de vivir. Entre aquellos que han renunciado internamente, no están sólo los suicidas activos, sino también aquellos arquitectos de sus propios "accidentes fatales", quienes, aún inconcientemente, están incentivados por un poderoso anhelo de llegar al final del sufrimiento y la desdicha. El comportamiento autodestructivo no siempre implica el gesto obvio de tomar un frasco de píldoras o usar un cuchillo para cortarse las venas. No existe una fórmula fácil para determinar porqué algunos individuos enfrentan los desafíos de la vida, a pesar de sufrir severos infortunios y limitaciones, mientras otros dan la espalda a su futuro, aún si la suerte los favorece. Además, no siempre, la pérdida de la voluntad de vivir puede tener como resultado la autodestrucción. Puede expresarse como el impulso de destruir a otros, como si, en un nivel profundo e inaccesible, la proyección de la desesperanza y la victimización de otros le diera, al individuo que sufre, la ilusión de que es fuerte y está controlando su vida. De esta manera, la persona que, secretamente, ha perdido la voluntad de vivir puede, en extremo, tratar de privar a los otros de la alegría -y quizás aún de la vida-encontrando una víctima propiciatoria que pueda cargar con toda la desesperación que siente dentro suyo.
El misterio puede tener su origen, como muchos misterios, en el enigma del carácter individual inherente, y la carta natal puede darnos amplia comprensión de los modelos que apuntalan ese carácter. Para cualquier polaridad que se da en la vida, nosotros, como astrólogos, siempre necesitamos buscar una polaridad entre los planetas, y ésta de esperanza versus desesperación, de la voluntad de vivir versus desesperanza, puede ser iluminada, al menos en parte, a través del simbolismo de la polaridad entre el Sol y Quirón.
No creo que podamos comprender realmente el significado de ninguno de esos planetas sin considerar el del otro. Aunque no estén realmente formando un aspecto en todas las cartas personales, no obstante, ambos están presentes en todas ellas constituyendo una energía dinámica dentro de la personalidad. Un aspecto directo agudiza esta dinámica y frecuentemente se transforma en el foco del viaje personal, pero la polaridad existe en cada uno de nosotros. Todos los planetas hasta e incluyendo a Saturno, sirven al desarrollo del ego individual, especialmente simbolizado por el Sol, de hecho, podemos aún decir que los planetas personales "sirven" al Sol como centro de la individualidad. Pero Quirón yace en la interfase entre Saturno y los planetas exteriores, por eso mediatiza las cuestiones colectivas que impactan y hieren al individuo. Por su naturaleza, la implicancia colectiva de Quirón, significa algo colectivamente "no cicatrizable" porque la herida existe en lo colectivo y es ancestral. Por su naturaleza, el Sol refleja el sentido de finalidad y significado de vida de cada individuo, y éstos están íntimamente ligados a la voluntad de vivir y de llegar a ser uno mismo. Cada uno de estos planetas necesita al otro, pero si la balanza se inclina mucho para un lado o para el otro, pueden sobrevenir ciertos problemas psicológicos.
El significado del Sol
No perderé tiempo en describir el significado del Sol pues ya lo he hecho ampliamente en varias oportunidades. En resumen, el Sol representa la esencia de la divinidad individual viviente(o, si se prefiere, un término menos "espiritual", el impulso vital), encarnado en una forma humana, con los límites de una vida individual y que se expresa a sí mismo con una naturaleza y propósito específico. A través del Sol nos experimentamos como únicos, especiales y nacidos con algo para aportar a la vida. Para parafrasear lo expresado por Charles Harvey en una conferencia, el Sol, dentro nuestro, hace que nos conectemos con el macrocosmos y nos experimentemos como parte de algo eterno. Esta experiencia interna nos transmite, no "felicidad" en el sentido coloquial ordinario, sino una profunda serenidad y esperanza que surge del sentimiento de vivir una vida útil y significativa. Podemos llamar a esto una experiencia de "destino individual", porque el Sol refleja aquella parte nuestra que sabe que estamos aquí para concretar un propósito específico. Apolo fue, en el mito griego, el dios que disipaba la oscuridad de la maldición familiar y liberaba al individuo de las ataduras de un "pecado" ancestral. El sentido del significado y propósito individuales puede verdaderamente liberarnos del sentimiento de estar atrapados en el pasado familiar. El Sol también nos da un sentido de futuro individual, confianza en nuestro propósito y la convicción interna de que estamos "yendo a algún lado". Es el Sol el que nos permite pelear, para liberarnos a su vez del sentimiento de futilidad e inutilidad, y el que afirma nuestro valor único aún si nuestras circunstancias son penosas.
La experiencia interna de destino, significado y esperanza individuales nos brinda, a su vez, auto-confianza y una creencia en la bondad esencial de la vida, y esto puede ser una poderosa fuerza curativa tanto a nivel físico como psicológico. Si la expresión del Sol está bloqueada, ahogada, o poco desarrollada por alguna razón, -por heridas infantiles, por ejemplo, o por conflictos internos reflejados en la carta- a la persona le resulta muy difícil sentir que tiene el derecho a estar viva por sí misma. Las dificultades de la vida pueden, entonces, amplificarse porque no hay sensación interna de ser especial ni esperanza de la cual nutrirse. En la carta, el poder de creación depende del Sol porque cuando creamos algo, nos entregamos a algún "otro", dentro nuestro, al cual le confiamos que traerá buenos frutos. La creatividad requiere un acto de confianza. También el juego, donde nos entregamos al fluir del poder imaginativo que nos hace sentir alegres. El símbolo más antiguo de este poder solar, creativo y juguetón, es la imagen del niño divino, que personifica lo eternamente joven e indestructible dentro nuestro.
El significado de Quirón
En el arte grecorromano, Quirón es siempre representado llevando un niño sobre sus espaldas. Pero a pesar de este emblema de esperanza, la figura del Rey de los Centauros es trágica. Vale la pena reiterar el mito, que es frecuentemente distorsionado o mal relatado por ser tan penoso. En el mito, Quirón no se vuelve un curador por haber sido herido.
Esa es una reinterpretación optimista que intenta darle un sentido al dolor de la vida asignándole un significado y propósito específicos: desarrollar la compasión y la sabiduría para curar a otros a raíz de nuestro propio dolor. Esta reinterpretación del mito es válida como una forma de trabajar con las heridas propias. Pero el dolor de Quirón no servía a tan nobles propósitos en el relato verdadero. El ya era maestro y curador antes de ser herido. Podría inferirse que él ya está herido porque sufre de aislamiento, aunque es un Centauro, y por lo tanto, miembro de la tribu de criaturas que simbolizan el poder del instinto natural, él es en sí mismo civilizado, y esto mismo es lo que lo separa de su tribu. Quirón, en este contexto, representa al animal sabio, el poder natural que por su propia voluntad ha escogido servir a la evolución y a la conciencia humanas, más que permanecer ciegamente sujeto a las compulsiones instintivas del reino animal. Como el "animal que ayuda" de los cuentos de hadas, Quirón vuelve su espalda al salvajismo de su naturaleza instintiva para servir al modelo evolutivo, el cual considera es el camino a seguir para la totalidad de la vida.
Pero Quirón está en el lugar y momento equivocados. Es atrapado entre Hércules, el héroe solar que personifica la fuerza del ego humano, y los salvajes e indómitos Centauros a quienes Quirón mismo ha dejado atrás. Quirón no toma partido durante la encarnizada batalla, pues él simpatiza con los dos. Quizá, por este rol mediador, que lo ha privado de su agresión natural, es accidentalmente herido por una flecha envenenada apuntada a otro Centauro; y la herida no sana, no importa cuál sea el método curativo que le aplique. Finalmente se retira a su caverna, aullando de angustia, rogando morir. Zeus y Prometeo se apiadan de él y le conceden la gracia de la mortalidad, permitiéndole morir en paz como cualquier mortal, a pesar de haber sido un dios.
Este terrible relato implica una condición de injusticia en la vida que es dura de aceptar para cualquiera, y quizá aún más para los individuos idealistas involucrados en estudios tales como la astrología. Queremos creer que la vida es justa, que la bondad es premiada y la vileza castigada, por lo menos en alguna otra encarnación si no lo es en ésta. Aquí hay una criatura buena que sufre por una falta que no le pertenece, una víctima de la inevitable batalla entre la evolución y la inercia, entre la conciencia y el instinto ciego. Quirón es una imagen de aquello que ha sido herido en nosotros injustamente por la vida, y por condiciones ineludibles que reflejan frustraciones e imperfecciones en la psiquis colectiva que es infaliblemente tosca en sus esfuerzos por progresar. A raíz de que los seres humanos somos tanto héroes solares como animales salvajes, y de que nuestros esfuerzos por civilizarnos a nosotros mismos produjeron, a lo largo de la historia, resultados desastrosos, tenemos un legado de dolor infligido injustamente, que repercute a través de generaciones. Los daños físicos y psíquicos, cuyas causas yacen, no en el fracaso individual o aún familiar, sino en una herencia genética o desastres colectivos como el Holocausto o la pesadilla actual en Kosovo, pertenecen al reino de Quirón. En estas esferas nuestros esfuerzos individuales inflamados por el Sol, refinados y concentrados por los planetas interiores y a los que da forma y fortaleza Saturno, son desbaratados o dañados por fuerzas de la vida, la historia, la sociedad, y la psiquis colectiva, sobre las cuales no tenemos control y por las cuales, como individuos, no podemos ser culpados.
Semejante choque con las inevitables imperfecciones de lo colectivo pueden dejarnos llenos de amargura y cinismo. Podemos castigar a otros porque nos sentimos mutilados, heridos e irredimibles. O podemos castigarnos a nosotros mismos. Pero si logramos avanzar más allá de la negra bilis de la amargura, y si somos lo suficientemente persistentes en la búsqueda de respuestas, podemos por cierto, hallar una respuesta; aún si la respuesta es que no hay respuesta, y que debemos aceptar los límites de la existencia mortal. La aceptación es uno de los regalos de Quirón, y es diferente a la resignación autocompasiva. La gracia de la muerte, obtenida por Quirón, puede comprenderse como un símbolo de la aceptación de la mortalidad, y constituye una transformación que, aún si no puede curar lo incurable o alterar el pasado, puede cambiar radicalmente nuestra perspectiva de la vida. A través suyo aprendemos compasión, aunque de una clase limitada. La compasión de Quirón es la compasión de un cojo por el otro. Podemos sentir una profunda empatía por aquellos que han sido heridos como nosotros, pero sin el calor y la luz del Sol, tal vez no encontremos la generosidad para movernos más allá del círculo estrecho de aquellos cuya aflicción específica refleje la nuestra, y ver que la vida nos ha lastimado a todos, de una u otra manera.
Quirón como víctima propiciatoria: el herido se transforma en agresor
Hay muchas etapas en el proceso que representa Quirón, comenzando por su herida y terminando con su transformación en un ser mortal y el alivio de su sufrimiento. Estas etapas encierran rabia, furia, el deseo de lastimar a otros, amarga resignación, autocompasión, sentimiento de victimización, y finalmente, la aparición del deseo de comprender los patrones universales que yacen más allá del dolor personal. Si en cualquiera de estas etapas fallamos en enfrentar lo que nos está pasando, podemos quedarnos fijados en el rol de victimario y actuar alguno de los rasgos menos atractivos de Quirón. Quirón es, después de todo, herido en su mitad animal, y los animales no se caracterizan por su actitud filosófica cuando son heridos. Aquellos que tienen el vigor necesario tienden a morder a su vez.
Lucha y síntesis
El psicoanalista Michael Balint escribió que en el núcleo de toda enfermedad, tanto física como psicológica, hay una herida fundamental, una lucha o conflicto interno que parece insuperable y que puede generar amargura, rabia y la pérdida de la voluntad de vivir. No hay en esta afirmación ninguna implicancia de culpabilidad individual, sino más bien la sugerencia de que si el conflicto puede traerse a la conciencia, hay una buena chance de que el curso de numerosas enfermedades físicas y psicológicas pueda ser alterado o enfrentado con un espíritu diferente y más positivo.
Si Quirón trabaja contra o abruma al Sol, el resultado puede ser la depresión, pérdida de confianza y una sensación de daño o herida permanente. Uno se vuelve cínico, como dice Mefistófeles de Goethe "Soy el espíritu de la negación". Uno espera el fracaso y, porque lo espera, probablemente lo encuentre. La sensación de ser victimizado o de ser el chivo expiatorio puede ser muy intensa; o podemos proyectar el estar herido en otros y victimizarlos o tomarlos como víctimas propiciatorias. Si caemos en desconocer nuestra sensación interna de amargura y de estar heridos, podemos volvernos arrogantes y subirnos al caballo de nuestro grandioso logro espiritual, mirando por encima del hombro a aquellos que juzgamos están menos evolucionados que nosotros. También podemos volvernos intolerantes y hasta crueles con aquellos que inadvertidamente nos recuerdan que estamos lastimados. Y así la herida se mantiene abierta en la oscuridad.
Sin embargo, la imagen grecorromana de Quirón cargando al niño divino en sus espaldas, nos habla también de que estos dos símbolos antitéticos pueden trabajar juntos. En el mito, Quirón es el maestro del niño, aquél al que se le confiaba el cuidado y la educación del príncipe que llegaría a ser rey. Esta es una imagen rica y esperanzadora del rol que nuestro incurable mal puede jugar en la educación de la persona en la que estamos en camino de convertirnos. Somos capaces de encontrar una cualidad de serenidad y sabiduría que emerge de la paciencia con que afrontamos aquello que no puede cambiarse. También podemos desarrollar fortaleza y firmeza, y perder el sentimentalismo que hace de tantos idealistas personas totalmente ineficaces para alcanzar sus sueños. Además podemos vislumbrar los modelos más amplios, más profundos: la lenta y dolorosa evolución de lo colectivo, del cual somos parte, y con el que debemos compartir responsabilidades. Los errores y desastres colectivos no son "sus" errores, la suciedad humana nos pertenece a todos.
La melancolía que Quirón puede generar, entibiada por la luz del Sol, también puede llevarnos a tener profundidad de pensamientos y sentimientos y a movilizar en nosotros la determinación de contribuir al bienestar de los demás. Podemos encontrar una clase diferente de compasión, no sólo por aquellos que han sido lastimados de la misma forma que nosotros, sino por gente cuya experiencia no se iguala necesariamente a la nuestra, pero que, sin embargo, merecen compasión por el sólo hecho de que todos somos seres humanos. Si uno ha perdido un ojo, es fácil sentir simpatía por los tuertos como nosotros y odiar a aquellos que son lo suficientemente afortunados como para disfrutar de una visión completa. El Sol trabajando con Quirón puede engendrar suficiente generosidad de espíritu como para reconocer que todos los seres humanos sufren por el sólo hecho de estar solos y de ser mortales, y que esa herida específica no es mas "especial" o más merecedora de compasión que otras.
El Sol y Quirón en aspectos directos
A aquellos que tienen un aspecto directo entre el Sol y Quirón les es posible conocer, en un nivel profundo, cómo la injusticia de la vida puede dañar el espíritu, y si son capaces de tomar el desafío de esta combinación de planetas, pueden también dedicar su considerable energía y fortaleza a dejar el mundo como un lugar mucho mejor de lo que era cuando llegaron a él.
Los aspectos entre el Sol y Quirón no garantizan una solución servida en bandeja. Muchas personas no encuentran su camino para resolverlo. Sin embargo, aunque constituyen un profundo desafío, estos contactos son capaces también de transmitir una forma especial de traer a la conciencia las heridas y de enseñar esta forma a otros. Los aspectos difíciles entre los dos sin duda contribuyeron a que Jung (Sol en Leo fuera de signo en cuadratura con Quirón en Aries) formulara una psicología de lo colectivo y quizá también, llevaron a Dane Rudhyar (Sol en Aries en oposición a Quirón en Libra) a desarrollar una astrología antropo-céntrica que sirviera de herramienta para penetrar e iluminar, más que para el mero pronóstico. No hay duda de que ambos hombres sufrieron y ambos, en ocasiones, mostraron el lado menos atractivo del Centauro herido; no me hubiera gustado estar casada con ninguno de ellos. Pero ellos transformaron sus heridas en poder creativo y compartieron el don del mítico Centauro de enseñar y curar. ¿Cómo llegaron ahí?
La casa y el signo en el que Quirón está ubicado nos dice mucho acerca de dónde y cómo la vida nos ha herido. Este es el lugar donde, no importa cuan arduamente pretendamos buscar un objeto específico para culpar, eventualmente descubriremos que las culpas yacen en la brecha entre el ideal y la realidad y en la inevitable imperfección de la naturaleza humana. Podemos necesitar protestar contra la vida, pero si no queremos caer en una amargura corrosiva que finalmente nos deforme y enferme, necesitamos movernos más allá de la fase del furor de Quirón para adentrarnos en la búsqueda de aquello que nos lleva más allá de la identificación con el chivo expiatorio y la víctima, y más allá de la concomitante inclinación a jugar el rol de la víctima propiciatoria. Esta comprensión requiere una dispensa de la convicción espiritual y moral previa, y encontrar una base más amplia desde la cual mirar la vida. Podemos necesitar renunciar a la idea de que los buenos siempre montan caballos blancos y los malos caballos negros y, debemos ser capaces también, de aceptar el hecho de que a veces gente buena y decente sufre injustamente y que gente desagradable y repugnante se las arregla muy bien y muere en sus ricas y confortables camas, a gusto consigo mismos. Quirón y Walt Disney no son una buena pareja de amantes.
¿Cómo encontramos este tipo de comprensión? ¿Cómo aprendemos a tolerar y perdonar genuinamente sin ese superior y auto-satisfactorio "pon la otra mejilla" que enmascara un resentimiento y una rabia profundamente inconcientes? Quirón necesita del Sol para esta tarea. El Sol tiene el poder de afirmar la particularidad y bondad del individuo y, sólo esto, puede contrarrestar el veneno de la auto-compasión. La casa y el signo en el que está ubicado el Sol en la carta natal, reflejan aquello en lo que necesitamos transformarnos, si deseamos sentirnos verdaderamente vivos. Si el Sol está en Aries en la 5° casa y estamos ocupados sacrificándonos y dedicando nuestra vida a los demás, entonces en algún lugar algo no está funcionando, y una profunda deslealtad con uno mismo puede estimular la amargura de Quirón. Si el Sol está en Sagitario en la 1° casa y estamos ocupados fingiendo que no queremos que nadie se fije en nosotros, entonces en alguna parte algo no está funcionando. Si el Sol está en la 10° casa en Tauro y proclamamos no estar interesados en la seguridad material ni en el reconocimiento social de nuestros talentos, en algún lugar algo no está funcionando. Si el Sol está en 12° casa en Cáncer y nos esmeramos en fingir que no creemos en una dimensión mística e invisible de la vida, psicológica o espiritual, entonces en algún lugar algo no está funcionando bien. Creo que necesitamos preguntarnos a nosotros mismos: ¿Está brillando el Sol en mi vida? ¿Soy yo mismo? ¿O es el miedo a la soledad, a la no pertenencia lo que me hace fingir ser lo que no soy?
Igualmente creo que debemos ponernos frente a Quirón y preguntarnos: ¿Cuál es la naturaleza de mi herida? ¿Cómo me ha lastimado la vida y a quién culpo secretamente? ¿Qué estoy haciendo para compensar, negar, ser indulgente, o proyectar esta herida? ¿Puedo sentir compasión por mí mismo o sólo rabia y auto-compasión? ¿Dónde me siento el chivo expiatorio y dónde trato de curar o destruir a otros para convencerme de que no estoy herido? ¿Dónde me saboteo y hasta me destruyo por causa de mi amargura? Para que el Sol y Quirón trabajen juntos, debemos ser concientes de los dos. Hay una profunda y misteriosa química entre los dos planetas que, si está trabajando para nosotros mas que en contra nuestra, parece movilizar la fuerza de la vida, no sólo para nuestra propia expresión, sino también para la sociedad de la que formamos parte. La alienación y el daño de Quirón impiden que el Sol se transforme en arrogante e insensible; el calor y la alegría del Sol protegen a Quirón de la desesperación. Como con todos los elementos de la carta, el grado en el que estas dimensiones de nuestra alma nos dan lo mejor de sí, depende de cuán concientes somos de su realidad dentro nuestro. Esta no es una cura para toda la vida. La vida nos seguirá lastimando de tiempo en tiempo, de una manera u otra, y las heridas de Quirón, aunque hayamos podido hacer las pases con ellas, inevitablemente nos roban la inocencia. La voluntad de vivir no se moviliza por la creencia de que la vida es color de rosa, de que todo lo que necesitamos es amor y de que alguna clase de dios-padre-madre, nos recompensará si somos buenos. Está constituida por una materia muy dura y necesita realismo, tanto como fe y fantasía, si es que vamos a dejar esta existencia con la sensación de haber utilizado al máximo el don de la vida, que hemos recibido, por más efímero que sea.