viernes, 8 de abril de 2011

un día yo no existía




Un día yo no existía y Dios pensó en mí y resolvió que yo era una persona muy importante, por eso yo debía existir. A partir de este momento, yo nací del Espíritu Creador de Dios, como manifestación de su amor. Mi espíritu procede del Espíritu de Dios y, por eso, Dios está dentro de mí, me ama, me guía y vela por mí. Eso es maravilloso. Dios es amor infinito, por eso yo tengo amor dentro de mí. Dios es poder infinito, por eso tengo poder dentro de mí. Dios es perfección infinita, por eso tengo a la salud y ala fuerza curadora de Dios que me recupera la salud. Dios es la suprema felicidad, por eso tengo la felicidad dentro de mí.
Nada más me perturba, nadie más me puede perjudicar, porque yo y Dios somos UNO.
No tengo más miedo a la enfermedad, ni a la vejez, ni al abandono, ni a la muerte, ni a la incomprensión, porque yo y Dios somos UNO.
Sé que Dios está en mí y atiende con cariño y amor todos mis deseos; eso me infunde paz y tranquilidad.
Me perdono a mí misma por los errores y pensamientos negativos; perdono a los demás y soy perdonada por Dios. Sé que Dios siempre perdona y nunca castiga a nadie, porque Él es el supremo amor y la suprema misericordia; es la gente la que se castiga a sí misma, cuando las cosas no van bien o cuando no se piensa positivamente y no se confía en Dios, porque eso genera angustia y las angustias y los miedos generan los males físicos y mentales.
Ahora he aprendido a confiar en Dios y en mí misma, porque Dios está en mí.
Soy una persona alegre, saludable, segura, agradable, llena de bondad y buena voluntad. Amo a mi marido, amo a mis hijos, amo ala familia de ellos y los coloco en las manos y en la protección de Dios. Ellos me aman y nosotros formamos una familia unida, que se quiere bien.
Mi vida está cada día mejor y mejor en todos los sentidos.
Duermo tranquila y en paz, entrego mi sueño a Dios y despierto a la mañana bien dispuesta, saludable, llena de energías, alegre y sonriente.
Sé que es dando como se recibe. Distribuiré sonrisas y salutaciones a todos y tengo la certeza de que mi corazón se llenará de sonrisas y de alegría. Aunque al comienzo no sienta la voluntad de ayudar a los demás, de sonreír, sé que Dios está en mí dándome fuerzas y recompensándome. Por la ley de la compensación, sé que Dios siempre me recompensa. Por la ley de que "yo cosecho lo que siembro", sé que recogeré la alegría, las sonrisas, las buenas palabras, la paciencia, la tolerancia, la buena voluntad y la simplicidad que yo, desde ahora, comienzo a sembrar en los otros.
Ahora soy otra persona. Ya estoy fuerte y llena de salud; puedo ayudar a los demás, estoy dispuesta a dar la mano a las personas necesitadas. Sólo sembraré pensamientos positivos y saludables porque es eso lo que quiero que los míos recojan.
Nunca hablaré de enfermedades, miedos ni temores, porque no existen enfermedades, miedos ni temores en nuestra casa, pues Dios está en cada uno, Dios todo lo puede y es nuestra fuerza.
Agradezco y bendigo, de hoy en más, a la vida. Ella es el más bello obsequio de Dios.
Agradezco a mi marido, que es maravilloso; agradezco a mis hijos; agradezco a todas las personas con las cuales me encontraré hoy.
Todo me va bien.
Soy una persona maravillosa. Me acepto a mí misma y agrado a todas las personas.

Muchas gracias. Muchas gracias. Muchas gracias.