lunes, 31 de mayo de 2010
dejar ir los sueños
Pregunta: Querido Neale: Mi pregunta tiene que ver con la creación de los propios sueños. A menudo se dice que uno debe “dejar ir”, pero ¿cómo puedo dejar ir lo que quiero crear en mi vida? Mis sueños nunca parecen realizarse sin mucha devoción. He dejado ir muchos sueños, y eso sólo me ha llevado a una experiencia muy decepcionante de la vida. Por otra parte, ¿cómo puede uno realmente conocer a Dios –o al chocolate, digamos– con sólo un concepto y no la experiencia? Y del mismo modo, ¿cómo puedo aceptar verdaderamente que el Universo es justo y equitativo si no tengo la experiencia de que es así? Creo que tratar de convencerme a mí mismo de estas cosas es una forma de auto-engaño. MH, Chicago, IL.
Respuesta de Neale: Querido MH, de hecho, es la vida que la mayoría de nosotros estamos viviendo lo que es una forma de auto-engaño. En última instancia, nada de lo que ves es verdaderamente real, y aquello que efectivamente es real no se puede ver. Por eso es tan importante “no juzgar por las apariencias”. Permíteme regresar primero a la parte superior de tu carta, sin embargo, y ver si no podemos avanzar hacia la parte inferior.
Conversaciones Con Dios puede ser un poco diferente de la sabiduría convencional en este sentido, pero CCD no dice nada acerca de “dejar ir” los propios sueños. Por el contrario, CCD deja muy claro que sin una pasión por algo, hay muy poco en la vida. Sin embargo, CCD dice que haríamos bien en dejar ir nuestras expectativas, y cualquier necesidad de ciertos resultados determinados. Podrías pensar que esto es una contradicción de términos, y puede parecer así hasta que miras más de cerca.
Veamos un ejemplo. Supongamos que una persona tiene un sueño de cambiar el mundo entero; de cambiar nuestra conciencia mundial acerca de cómo elegimos vivir unos con otros; de alterar el patrón de nuestra experiencia global de Dios. Algunas personas siempre han tenido ese sueño, y nunca lo han “dejado ir”, aun cuando parecía que las posibilidades para que ese sueño se hiciera realidad eran muy remotas. Sin embargo, aunque ellos se han aferrado a su sueño, hace mucho tiempo que renunciaron a cualquier necesidad de un resultado determinado. Por lo tanto, es el sueño continuo lo que impulsa el motor de su experiencia continua, no la apariencia o la falta de apariencia de un resultado en particular.
Dicho de otra manera, estas personas siempre soñaron con este evento, ya sea que se produzca o no en realidad. En este sentido, su trabajo nunca termina, porque incluso si terminan cambiando el mundo, siempre seguirán soñando con hacerlo. En otras palabras, no importa cuán buenas sean las cosas que vienen, ¡tienen una idea de que las cosas siempre se pueden hacer mejores! Así el sueño no termina nunca, y la misión no se cumple nunca verdaderamente, ¡porque es el sueño lo que motiva a estas personas, no su logro! La Madre Teresa fue una persona así. Y también Martin Luther King.
Hay muchas personas así en nuestro mundo. Podría haber una viviendo justo en la casa junto a la tuya. O, quizás, incluso en tu casa.
Por cierto, la forma como es con estas personas es precisamente la misma forma como es con Dios. El “sueño” de Dios, si se quiere, es que todos estemos algún día completamente realizados. Sin embargo, el momento que esto suceda, se creará una nueva definición de lo que significa “completamente realizado”, porque si estuviéramos completamente realizados, ¡el juego se terminaría! No es ganando puntos que se experimenta el juego. Fíjate que una vez que anotas, te has salido del terreno de juego. El juego está en llegar a la zona final, no en estar allí. Una vez que un equipo llega a la zona final, cada uno regresa hasta el punto donde empezaron, y de común acuerdo, ¡todo empieza de nuevo!
Esto continúa hasta que se acaba el tiempo, suena el silbato, y el juego se termina. Lo único diferente acerca del juego de la vida es que el tiempo nunca se acaba. El silbato nunca suena. El punto: para alcanzar la felicidad, serenidad, y una sensación de paz acerca de la vida, nos haría bien desapegarnos de los resultados, pero no es de ningún beneficio en absoluto desprendernos de nuestro sueño de obtener resultados. Esto es parte de lo que CCD llama la dicotomía divina.
En su extraordinaria publicación, Un Manual hacia la Conciencia Superior, el difunto Ken Keyes Jr, puso este principio en términos cotidianos cuando dijo que la verdadera libertad emocional sólo se obtiene cuando cambiamos nuestras “necesidades” por “preferencias”, eliminando así nuestras “adicciones” emocionales. Considero que el libro de Ken debe ser uno de los más útiles jamás escrito, y yo sinceramente los animo a encontrar una copia y leerlo.
Ahora también preguntas, cómo puede uno llegar a “conocer a Dios” cuando Dios es sólo un concepto y no una experiencia. CCD señala que la mayoría de las personas sólo llegan a “conocer” acerca de una cosa siempre y cuando experimenten esa cosa en particular. Lo que nos pide la iluminación que hagamos, el libro dice, es “conocer” una cosa primero, y por tanto experimentarla! Por ejemplo, si sabes que la vida siempre funciona, probablemente siempre lo hará. Si sabes que el mundo es un lugar amigable, por lo general se presentará de esa manera. Si conoces a Dios, Lo experimentarás. Y si simplemente sabes que tu oración será contestada, lo será. Harías bien, MH, en volver a leer la sección de CCD que trata acerca de “conocer” algo antes de experimentarlo.
Una forma de llegar a “conocer” a Dios es tomar algún tiempo cada día para meditar en silencio. Esto podría, por supuesto, no conducir a nada. Y así, si estás apegado a los resultados podrías desalentarte y decepcionarte pronto. Sólo si estás desapegado, sólo si los resultados no son el punto de todo, va a ser serena tu meditación. Y es en la serenidad que se encontrará a Dios.
Una segunda manera de conocer a Dios es hacer que otra persona conozca a Dios. La experiencia que alientas en otro, alientas en ti mismo. Esto se debe a que no hay nadie más ahí fuera. Así que no pases tus días y horas preguntándote cómo puedes llegar a conocer a Dios. Pasa tus días y horas preguntándote cómo puedes ser un instrumento a través del cual los demás lleguen a conocer a Dios.
Porque aquello que das a los demás, te das a ti mismo.
Y ésa es una gran verdad.