lunes, 8 de noviembre de 2010

¿por qué no?




Cierto impulso vital me impidió reiterar la pregunta más frecuente y absurda del mundo cuando el desastre nos alcanza: "¿Por qué? ¿Por qué a mí?".
Nunca me la hice; por supuesto, la respuesta es "¿Por qué no?".
Toda una vida atendiendo a la mudable suerte de mi dilatada familia me ha curado del imperativo de proferir la afirmación, igualmente frecuente, de que mi destino era injusto o inmerecido. Consciente de los problemas de tantos amables parientes durante mi infancia y juventud, casi nunca he esperado justicia.