martes, 15 de marzo de 2011

hacerse consciente precisa nervio, aguante




Desde un punto de vista energético, hacerse consciente precisa nervio, aguante. Es muy difícil, y a veces muy dolo­roso, evaluar las creencias personales y separarnos de aque­llas que ya no apoyan nuestro crecimiento. Pero, por la pro­pia naturaleza de la vida, el cambio es constante, y no se trata sólo de un cambio externo, físico. También cambiamos in­teriormente; abandonamos ciertas creencias y reforzamos otras. Las primeras creencias que ponemos en duda son las tribales, porque nuestro desarrollo sigue la estructura de nuestro sistema energético; nos limpiamos de ideas de aba­jo arriba, comenzando por las primeras y más básicas.

Evaluar nuestras creencias es una necesidad espiritual y biológica. El cuerpo físico, la mente y el espíritu requieren ideas nuevas para crecer y prosperar. Por ejemplo, algunas tribus poseen muy pocos conocimientos acerca de la im­portancia del ejercicio y la alimentación sana hasta que un miembro de la familia cae enfermo. Entonces tal vez se pres­cribe un nuevo programa de ejercicios físicos y de dieta pa­ra el familiar enfermo, y esto introduce una realidad total­mente diferente en la mente y el cuerpo de otros familiares, una realidad que hace referencia a la necesidad de hacer elec­ciones más responsables y conscientes en el cuidado perso­nal, como aprender a valorar la autoridad sanadora de la nu­trición y el ejercicio.

Las crisis de la vida nos dicen simbólicamente que nece­sitamos liberarnos de las creencias que ya no nos sirven pa­ra el desarrollo personal. Esas circunstancias que nos obligan a elegir entre cambiar o estancarnos son los mayores retos. Cada nueva encrucijada significa entrar en un nuevo ciclo de cambio, ya sea adoptando un nuevo régimen de salud o una nueva práctica espiritual. Y el cambio significa, inevitable­mente, dejar a personas y lugares conocidos para avanzar ha­cia otra fase de la vida.

Muchas de las personas que conozco en mis seminarios están inmovilizadas entre dos mundos, el viejo mundo que necesitan dejar y el nuevo mundo en el que tienen miedo de entrar. Nos atrae hacernos más «conscientes», pero al mis­mo tiempo nos asusta, porque significa que tenemos que asu­mir la responsabilidad personal de nosotros mismos y de todo lo que nos afecta: salud, profesión, actitudes y pensa­mientos. Una vez que aceptamos la responsabilidad personal, aunque sea de un solo aspecto de nuestra vida, ya no podemos volver a utilizar el «razonamiento tribal» para justificar o dis­culpar nuestro comportamiento.

En la conciencia tribal no existe la responsabilidad per­sonal de forma bien definida, de modo que es mucho más fá­cil esquivar la responsabilidad en las consecuencias que tie­nen nuestras decisiones personales en el ambiente tribal. La responsabilidad tribal sólo abarca los aspectos físicos de la vida, es decir, la persona individual es responsable de sus fi­nanzas, asuntos sociales, relaciones y ocupación. La tribu no exige que sus miembros se responsabilicen de las actitudes que heredan. Según el razonamiento tribal, es aceptable jus­tificar los prejuicios personales diciendo: «En mí familia to­dos piensan así.» Es dificilísimo salirse de la zona de agrado que acompaña a esas justificaciones; sólo tenemos que pen­sar en la cantidad de veces que hemos dicho: «Todo el mun­do lo hace, ¿por qué yo no ?» Este argumento es la forma más rudimentaria de la verdad sagrada Todos somos uno, y se utiliza corrientemente para evadir la responsabilidad de todo tipo de actos inmorales, desde la evasión de impuestos y el adulterio hasta quedarse con el cambio de más que da el de­pendiente de una tienda. Sin embargo, los adultos espiritualmente conscientes ya no pueden utilizar ese razona­miento tribal. La evasión de impuestos se convierte en un robo deliberado; el adulterio se convierte en el quebran­tamiento consciente de los votos del matrimonio, y quedar­se con cambio de más se hace equivalente a cometer un ro­bo en la tienda.

Muchas veces es necesario examinar las adherencias a los prejuicios tribales para que pueda comenzar la curación. Un hombre llamado Gerald acudió a mí para que le hiciera una lectura, diciendo que se sentía agotado. Cuando le exploré la energía recibí la impresión de que tenía un tumor malig­no en el colon. Le pregunté si le habían hecho pruebas mé­dicas; él titubeó un instante y luego me dijo que le habían diagnosticado cáncer de colon. Me dijo que necesitaba mi ayuda para creer que podía curarse. Una parte de él deseaba desconectarse de la actitud de su tribu hacia el cáncer, por­que todos sus familiares que habían enfermado de cáncer ha­bían muerto. Ni él ni su familia creían que el cáncer pudiera curarse. Hablamos acerca de un buen número de métodos que podrían servirle, entre ellos las numerosas terapias que ayudan a las personas a desarrollar una actitud más positiva mediante visualizaciones. Lo más importante es que Gerald ya había reconocido intuitivamente que su conexión ener­gética con esa actitud tribal era un problema tan grave como la propia enfermedad. En su proceso de curación, Gerald recurrió al apoyo terapéutico para liberarse de su creencia tri­bal respecto al cáncer. Estuvo dispuesto a probar todas las opciones que tenía disponibles.