lunes, 14 de marzo de 2011
testamento de elizabeth kubler ross
Nada de lo que nos ocurre es negativo. Todo sufrimiento puede generar crecimiento.
Todas las personas procedemos de la misma fuente y regresamos a esa misma fuente.
Todos hemos de aprender a amar y a ser amados incondicionalmente.
Todas las penurias que se sufren en la vida, todas las tribulaciones y pesadillas, todas las cosas que podríamos considerar castigos de Dios son en realidad regalos. Son la oportunidad para crecer que es la única finalidad de la vida.
La vida en el cuerpo físico representa sólo una pequeña parte de la existencia real.
No se puede sanar al mundo sin sanarse primero a sí mismo.
Si estamos dispuestos para las experiencias espirituales y no tenemos miedo, las tendremos sin necesidad de un gurú o un maestro que nos diga cómo hacerlo.
Cuando nacimos de la fuente a la que yo llamo Dios fuimos dotados de una faceta de la divinidad; eso es lo que nos da el conocimiento de nuestra inmortalidad.
Debemos vivir hasta morir. Nadie muere solo.
Todos somos amados con un amor que trasciende la comprensión. Todos somos bendecidos y guiados.
Al final de nuestros días vamos a bendecir nuestra vida porque hemos hecho lo que vinimos a hacer.
La lección más difícil de aprender es el amor incondicional.
Morir no es algo que haya que temer; puede ser la experiencia más maravillosa de la vida: todo depende de cómo hayamos vivido.
La muerte es sólo una transición de esta vida a otra existencia en la cual ya no hay dolor ni angustia.
Todo es soportable cuando hay amor. Es lo único que vive eternamente.
Mi deseo es que usted trate de dar más amor a más personas.