lunes, 10 de agosto de 2009

cambiar o no cambiar


"Antes os decía yo siempre: '¡Cambiad! Cambiad aunque sólo sea por el gusto de cambiar. Mientras no tengáis una razón fuerte y positiva para no cambiar, ¡cambiad! Cambiar es desarrollarse y cambiar es vivir; por eso, si queréis seguir viviendo, seguid cambiando'.
Eso os decía yo antes, y lo sabéis muy bien.
Pues bien, ahora os digo lo contrario: No cambiéis. Cambiar no es ni posible ni deseable. Dejadlo estar. Quedaos como estáis. Amaos a vosotros mismos tal como sois. Y el cambio, si es que a fin de cuentas es posible, ya tendrá lugar por sí mismo, cuando lo quiera y si lo quiere. Dejaos en paz."

Esto sí que era un buen cambio en Tony, y valga la paradoja. Toda su vida había sido el apóstol más ardiente del cambio, y lo ponía como base de todo avance y todo progreso, tanto en la vida espiritual como en el desarrollo psicológico de la persona. Y ahora, de repente, decía que no. Media vuelta. Es decir, cambiaba para decimos que no cambiáramos. Y encima, decía que así era como el cambio vendría por sí mismo, que es la única. manera sana de que venga. Un poco de lío. Y Tony disfrutaba armando líos. La cosa es más sencilla de lo que parece y, desde luego, es importante.

Si Tony objetaba ahora al cambio, era por una razón fundamental: lo que nos mueve a querer cambiarnos a nosotros mismos o a otros es la falta de tolerancia, y eso es inaceptable. Queremos cambiar, sencillamente porque no nos aguantamos, y lo que hay que atacar ahí no es la necesidad del cambio, sino la falta de aguante. No toleramos en nosotros mismos un defecto, un fallo, una debilidad moral o psicológica, y nos empeñamos en corregirla con verdadero autodesprecio y velada violencia. Nos da vergüenza de nosotros mismos, o rabia, o asco, o sencillamente impaciencia, y nos imponemos el deber de cambiar para volver a ser personas respetables ante nosotros mismos y ante la sociedad. Cambiamos para ser aceptados, para responder a las expectativas que se tienen respecto de nosotros, para ajustarnos a la imagen ideal que de nosotros mismos hemos concebido y llevamos siempre dentro. Nos falta paciencia con nosotros mismos y nos forzamos a cambiar. Y eso nunca resulta. La violencia nunca ayuda al crecimiento.

El único cambio aceptable es el que viene del aceptarse a sí mismo. El cambio nunca puede forzarse: el cambio sucede. La gran paradoja del cambio es que sólo conseguimos alcanzarlo cuando nos olvidamos de él. La resistencia que oponemos a nosotros mismos, o a cualquier tendencia dentro de nosotros, sirve sólo para reforzar esa tendencia, y con eso hace imposible el cambio.

Me voy a servir de mi propio caso para ilustrar este principio. Yo había ido a Lonaula porque estaba demasiado tenso y quería relajarme y descansar. Varios factores en la última temporada habían contribuido a sobrecargar mis nervios, ya de por sí bien anudados de ordinario, y estaba nervioso, impaciente, inquieto, a disgusto con todo el mundo y falto de sueño. Yo tenía pensado contarle todo esto a Tony en detalle, en presencia del grupo, y luego me imaginaba que él se pondría a trabajarme con terapia, ejercicios, diálogos o cualquiera de los mil recursos que tenía a su disposición para irme tranquilizando y curando. Yo estaba muy tenso, y confiaba en que Tony me iba a ayudar a dejar de estarlo. Por eso me sorprendió cuando, después de que yo le conté mi situación ante todo el grupo, me dijo tranquilamente: "¿De modo que estás tenso, Carlos? Vale. Sigue tenso. Acepta el hecho de que estás tenso, y déjalo estar. Es posible que tu tensión desaparezca durante estos días, y es posible que no. Si se va, se va; y si se queda, se queda. Tú sigues siendo el mismo y estando bien en ambos casos. La felicidad es algo más que el no sentir tensiones, así como la vida es algo más que no estar enfermo. Es decir, son cosas distintas. Puedes ser feliz mientras estás tenso, y puedes estar perfectamente relajado y ser desgraciado.
Ni siquiera sabes si te conviene o no para tu bien el estar tenso.
De modo que déjalo en paz.
Métete de lleno en la vida, métete en las sesiones, en todo lo que hagas estos días y siempre, y deja que tus nervios hagan lo que les dé la gana.
La naturaleza es sabia y puede cuidarse de sí misma, si es que la dejas.
Cuanto menos te entrometas, mejor.
"


ligero de equipaje, anthony de mello