
Los perezosos siempre descansan sobre los demás, clamando para que alguien lleve la cruz que les pertenece. Un Guerrero, en cambio, lleva la propia y además ayuda a otros en esta tarea.
Porque el Guerrero sabe que en último término la batalla debe librarse a solas, se prepara con dedicación durante toda su vida para ello. Adquiere múltiples habilidades, explora distintos terrenos, enfrenta diferentes adversarios. Y a la hora de cumplir su deber, va confiado a la batalla sabiendo que tiene en sus manos todas las armas para vencer. De nadie necesita. En nadie se apoya. Vence por sí mismo, pero lo hace para la vida. Y nunca perderá la gratitud con aquellos que le ayudaron en su preparación. Como muestra de su agradecimiento, estará siempre dispuesto a entregar a otros lo que ha aprendido. Por ello cada Guerrero es, naturalmente, un maestro también.
lucas estrella schultz