miércoles, 15 de junio de 2011
el bien más precioso: la vida
¡Cuántas veces os ha sucedido que desperdiciáis vuestra vida corriendo detrás de adquisiciones que no son tan importantes como la vida misma!
¿Habéis pensado en ello? Si pusierais a la vida en primer lugar, si pensarais en cuidarla, protegerla, conservarla con la mayor integridad, con la mayor pureza, tendríais cada vez más posibilidades de obtener lo que deseáis. Pues precisamente esta vida limpia, iluminada, intensa, es la que puede proporcionároslo todo.
Por el hecho de estar vivos creéis que todo os está permitido. Pues no; cuando hayáis trabajado durante años para satisfacer vuestras ambiciones, os encontraréis un día tan agotados, tan hastiados de todo, que si colocáis en una balanza lo que habéis obtenido y lo que habéis perdido, os daréis cuenta que lo habéis perdido casi todo para ganar muy poco. Cuántas personas dicen: Puesto tengo la vida, puedo servirme de ella para conseguir todo lo que deseo: dinero, placeres, conocimientos, la gloria. . . Entonces se posesionan de todo, y cuando no les queda nada tienen que interrumpir todas sus actividades. No tiene sentido actuar así, pues si se pierde la vida, se pierde todo. Lo esencial es la vida, y debéis protegerla, purificarla, reforzarla, eliminar lo que la dificulta o la bloquea porque gracias a la vida obtendréis la salud, la belleza, el poder, la inteligencia, el amor y la verdadera riqueza.
En lo sucesivo, trabajad pues para embellecer vuestra vida, para intensificarla, para santificarla.
Pronto la sentiréis: esta vida pura, armoniosa, alcanzará otras regiones donde actuará sobre multitud de entidades que vendrán después a inspirar os y ayudaros.