sábado, 1 de octubre de 2011
todo comienza y termina con la mente
El papel de la mente es primordial en el budismo: todo comienza y termina con la mente. Según funcione e interactúe esa mente con el mundo en general, una persona se puede mover interminablemente por la noche oscura de la ignorancia espiritual o liberarse gradualmente de las dolorosas frustraciones de la existencia cotidiana. Para comprender el rol de la meditación, primero debemos mirar por qué somos prisioneros de nuestras mentes. La mente es de forma inherente y primordialmente pura y luminosa, aunque la gente en general, no suele ser consciente de ello. A menudo se le denomina naturaleza-Buda; es decir, la iluminación o al menos el potencial para la iluminación no se encuentra fuera de nosotros, sino que, de hecho, está en todos los seres humanos. El problema es que la pureza y la luminosidad de la iluminación permanecen enterradas entre una capa densa de actitudes y pensamientos negativos, que la encubren totalmente. Se enseñan dos símiles comunes en las escrituras para ilustrar la naturaleza de este problema. En un día nublado, el sol se amaga de nuestra vista y sólo notamos su presencia levemente. Sin embargo, el sol siempre ha estado en el cielo y no se ve afectado en absoluto por las nubes. Una vez se ha disipado, el sol reaparece con toda su calidez y gloria; o también, las aguas tranquilas de una lago son claras y puras, pero cuando se agitan a causa de los fuertes vientos, los sedimentos de los fondos la enturbian, por lo que dejan de ser claras. Cuando el viento amaina, el agua vuelve a su estado original. En el caso de la mente, el potencial para la iluminación siempre está presente pero se encubre de sedimento.