martes, 13 de abril de 2010

como observar el vuelo de la flecha



Una vez que la flecha ha sido disparada, no queda nada que el arquero pueda hacer, si no es acompañar su recorrido en dirección al blanco.
A partir de este momento, la tensión necesaria para el tiro ya no tiene razón de existir.
Por lo tanto, el arquero mantiene los ojos fijos en el vuelo de la flecha, pero su corazón reposa, y él sonríe.
La mano que soltó la cuerda es empujada hacia atrás, la mano del arco hace un movimiento de expansión, el arquero es forzado a abrir los brazos y enfrentarse, a pecho descubierto, a las miradas de sus aliados y de sus adversarios.
En este momento, si entrenó lo suficiente, si consiguió desarrollar su instinto, si mantuvo la elegancia y la concentración durante todo el proceso del tiro, sentirá la presencia del universo y verá que su acción ha sido justa y merecida.
La técnica hace que las dos manos estén listas, que la respiración sea precisa, que los ojos se puedan fijar en el blanco. El instinto hace que el momento del tiro sea perfecto.
Quien pase cerca y vea al arquero de brazos abiertos, con los ojos acompañando a la flecha, pensará que no está haciendo nada. Pero los aliados saben que la mente de quien realizó el tiro ha cambiado de dimensión, está ahora en contacto con todo el universo: continúa trabajando, aprendiendo todo aquello que el tiro ha traído de positivo, corrigiendo eventuales errores, aceptando sus cualidades, esperando a ver cómo reacciona el blanco al ser alcanzado.
Cuando el arquero tensa la cuerda, puede ver el mundo entero dentro de su arco.
Cuando acompaña el vuelo de la flecha, este mundo se le hace más próximo, lo acaricia, y hace que tenga la sensación perfecta del deber cumplido.
Cada flecha vuela de manera diferente. Tira mil flechas: cada una te mostrará un recorrido distinto. Ése es el camino del arco.