jueves, 15 de abril de 2010
como puedo saber si lo hago bien
Cuando Tetsuya terminó de hablar, estaban ya a la puerta de la carpintería.
-Gracias por la compañía –le dijo al chico.
Pero éste no se movió.
-¿Cómo puedo saber si lo hago bien?
¿Cómo estar seguro de que tengo la mirada concentrada, la postura elegante, el arco sujeto de manera correcta?
-Mentaliza la idea de un maestro perfecto que está siempre a tu lado, y haz todo lo posible por reverenciarlo y honrar sus enseñanzas. Ese maestro, a quien muchos llaman Dios, otros llaman “algo”, y otros llaman talento, siempre nos mira. Él no merece sino lo mejor.
“Acuérdate también de tus aliados: debes apoyarlos, pues ellos te ayudarán cuando lo necesites. Procura desarrollar el don de la bondad: este don te permite estar siempre en paz con tu corazón. Pero sobre todo, no olvides esto: lo que te he dicho tal vez sean palabras inspiradas, pero sólo tendrán sentido si las experimentas.”
Tetsuya extendió la mano para despedirse, pero el chico lo retuvo:
-Sólo una cosa más: ¿cómo aprendiste a disparar?
Tetsuya reflexionó un poco: ¿valía la pena contarlo? Pero como aquél había sido un día
especial, terminó abriendo la puerta de su oficina.
-Voy a hacer té. Y voy a contarte la historia.
Pero tendrás que prometerme lo mismo que le pedí al extranjero: jamás hables con nadie sobre mi habilidad.
Entró, encendió la luz, volvió a envolver su arco con la larga cinta de cuero y lo puso en un lugar discreto: si por casualidad alguien lo encontrase, pensaría que era un pedazo retorcido de bambú. Fue a la cocina, preparó el té, se sentó con el chico y comenzó su historia.
-Hace un tiempo trabajaba para un gran señor que vivía no lejos de aquí. Era el encargado de cuidar sus establos. Pero como el señor siempre estaba de viaje, yo tenía mucho tiempo libre y decidí dedicarme a lo que consideraba la verdadera razón de vivir: la bebida y las mujeres.
“Un buen día, después de varias noches en blanco, sentí un vértigo y caí en mitad del campo. Pensé que iba a morir y me rendí. Pero un hombre a quien jamás había visto pasó por el camino, se apiadó de mí, me llevó a su casa –en un lugar muy lejos de aquí- y cuidó de mí durante varios meses. Mientras reposaba, lo veía ir todas las mañanas al campo con su arco y sus flechas.”
“Cuando me hube recuperado, le pedí que me enseñase el arte del arco; era mucho más interesante que cuidar caballos. Pero él me respondió que me había acercado mucho a la muerte, y ahora no podía alejarla: había causado demasiado daño a mi cuerpo físico y ahora la muerte estaba a dos pasos de mí.”
“ Si yo quería aprender, era sólo para que la muerte no me tocase. Un hombre de un país lejano, al otro lado del océano, le había enseñado que era posible desviarse por un tiempo del camino que lleva al precipicio de la muerte. Pero en mi caso, debía ser consciente por el resto de mis días de que estaba caminando al borde de ese abismo y en cualquier momento podía caer en él.”
“Me enseñó entonces el camino del arco. Me presentó a sus aliados, me obligó a participar en competiciones, y enseguida mi fama se extendió por todo el país. Cuando vio que ya había aprendido lo suficiente, me quitó las flechas y el blanco, y sólo me dejó el arco como recuerdo. Me dijo que empleara todas sus enseñanzas en algo que realmente me llenase de entusiasmo.”
“Le dije que lo que más me gustaba era la carpintería. Él me bendijo y me pidió que partiese y me dedicase a lo que me gustaba hacer, antes de que mi fama como arquero terminase por destruirme o me llevase de vuelta a mi vida anterior.”
“ Desde entonces, trabo a cada segundo una lucha contra mis vicios y mi autocompasión.
Tengo que estar concentrado, mantener la calma, hacer con amor el trabajo que escogí, y jamás tener apego al momento presente. Porque la muerte sigue todavía muy cerca de mí, el abismo está a mi lado y yo camino por el borde.”
Tetsuya no añadió que la muerte está siempre cerca de todos los seres vivos: el chico era todavía muy joven y no tenía por qué pensar en eso. Tetsuya tampoco le dijo que cada etapa del camino del arco estaba presente en cualquier actividad humana.
En cuanto hubo bendecido al chico, de la misma manera que él mismo había sido bendecido muchos años atrás, le pidió al chico que se fuera, porque había sido un día muy largo y tenía que dormir.
Agradecimientos
A Harrigel , por el libro “El Zen en el arte del tiro con arco”(Ed. Pensamento)
A Pamela Hartigan, directora general de la Schwab Foundation for Social Entrepreneurship, por describir las cualidades de los aliados.
A Dan y Jackie DeProspero, por el libro en colaboración con Hideharu Onuma, “Kyudo”(Budo Editions, France)
A Carlos Castaneda, por la descripción del encuentro entre la muerte y el nagual Elías.