lunes, 12 de abril de 2010

la repetición



El gesto es la encarnación del verbo. En otras palabras, una acción es un pensamiento que se manifiesta.
Un pequeño gesto nos denuncia, de modo que tenemos que perfeccionar todo, pensar en los detalles, aprender la técnica de tal manera que se vuelva intuitiva. La intuición no tiene nada que ver con la rutina, sino con un estado espiritual más allá de la técnica.
Así, después de mucho practicar, ya no pensamos en todos los movimientos necesarios.
Éstos pasan a formar parte de nuestra propia existencia. Pero para eso hay que entrenar y repetir.
Y, si no fuera suficiente, entrenar y repetir.
Observa a un buen herrero trabajando el acero. Para el ojo inexperto, no hace sino repetir los mismos martillazos.
Pero quien conoce el camino del arco, sabe que cada vez que levanta el martillo y lo hace descender, la intensidad del golpe es diferente.
La mano repite el mismo gesto, pero conforme se acerca al hierro, sabe que debe tocarlo con más dureza o con más suavidad.
Así es con la repetición: aunque parezca igual, siempre es distinta.
Observa el molino. Para quien ve sus aspas sólo una vez, parece girar siempre con la misma velocidad, repitiendo el mismo movimiento.
Pero quien conoce los molinos sabe que están condicionados por el viento, y cambian de dirección siempre que hace falta.
La mano del herrero se entrenó repitiendo miles de veces el gesto de martillear. Las aspas del molino son capaces de moverse con velocidad después de que el viento haya soplado mucho y haya hecho que se limpien sus engranajes.
El arquero permite que muchas flechas pasen lejos de su objetivo, porque sabe que sólo aprenderá la importancia del arco, de la postura, de la cuerda y del blanco después de repetir sus gestos miles de veces, sin miedo a errar.
Los verdaderos aliados jamás lo criticarán, porque saben que el entrenamiento es necesario y es la única manera de perfeccionar su instinto y su tiro.
Hasta que por fin llega el momento en que ya no hace falta pensar en lo que se está haciendo. A partir de ahí, el arquero pasa a ser su arco, su flecha y su blanco.