lunes, 5 de abril de 2010

el blanco



El blanco es el objetivo a alcanzar.
Fue escogido por el arquero, pero está lejos, y no podemos jamás culparlo si no lo alcanzamos. En eso reside la belleza del camino del arco: nunca puedes disculparte diciendo que el adversario era más fuerte.
Tú escogiste tu blanco y eres responsable de él.
El blanco puede ser mayor o menor, estar a la derecha o a la izquierda, pero tú siempre tienes que colocarte frente a él, respetarlo y hacer que se aproxime mentalmente. Sólo cuando se encuentre en la punta de tu flecha debes soltar la cuerda.
Si ves el blanco como enemigo, podrás quizá acertar el tiro, pero no conseguirás mejorarte en nada a ti mismo. Te pasarás la vida intentando colocar una simple flecha en el centro de una cosa de papel o madera, lo que es absolutamente inútil. Y cuando estés en compañía, te quejarás de que no haces nada interesante.
Por eso, debes escoger tu blanco, dar lo mejor de ti para alcanzarlo, y mirarlo siempre con respeto y dignidad: sé consciente de lo que significa, y de cuánto esfuerzo, entrenamiento e intuición has necesitado.
Cuando mires al blanco, no te concentres sólo en él, sino en todo lo que sucede a tu alrededor, porque la flecha, al ser disparada, se encontrará con factores con los que tú no cuentas, como el viento, el peso o la distancia.
Tienes que entender el blanco. Debes preguntarte constantemente: “si yo soy el blanco, ¿dónde estoy? ¿Cómo puedo ser alcanzado de modo que dé al arquero la honra que merece?”
Porque un blanco sólo existe en la medida en que existe el arquero. Lo que justifica su existencia es el deseo del arquero de alcanzarlo.
Sin él, sería una cosa muerta, un pedazo de papel o madera al que nadie prestaría atención.
Así, de la misma manera que la flecha busca el blanco, el blanco también busca la flecha, porque es ella la que da sentido a su existencia: ya no es un pedazo de papel, sino el centro del mundo de un arquero.