martes, 8 de diciembre de 2009

el comienzo




En su libro El hombre en busca del sentido, el doctor Viktor Frankl —quien sobrevivió a los campos de concentración nazis— nos dice que si bien sus captores controlaban todos los aspectos de la vida de los reclusos, incluyendo si habrían de vivir, morir de inanición, ser torturados o enviados a los hornos crematorios, había algo que los nazis no podían controlar: cómo reaccionaba el recluso a todo esto. Frankl dice que de esta reacción dependía en gran medida la misma supervivencia.
Las personas son idénticamente diferentes; es decir, todas tienen dificultades y facilidades, pero la correspondencia es dispar: lo que para algunos es sencillísimo para otros es sumamente difícil y viceversa. Habrá quienes toquen el piano mejor y aprendan más rápido y otros que lo hagan peor aun que yo, pero todos seguramente, con algunas instrucciones y disciplina, podemos llegar a tocar el piano mejor de lo que lo hacemos ahora. Exactamente lo mismo sucede en el caso de la felicidad:
Todos, seguramente, podemos entrenarnos para ser más felices.
No encuentro una relación forzosa entre las circunstancias de la vida de la gente y su nivel de felicidad. Si las circunstancias externas determinaran per-se la felicidad, se trataría de un tema sencillo y no de un tema complejo; es decir, bastaría conocer las circunstancias externas de una persona para saber si es feliz.
Podríamos jugar a predecir la felicidad de acuerdo con dos sencillas evaluaciones:
Si a la persona le pasan cosas buenas >- Es Feliz.
Si a la persona le pasan cosas malas >- Es Infeliz.
De donde se podría llegar a la conclusión de que ser feliz es un tema de distribución azarosa. Una deducción falsa e infantil o, peor todavía, diseñada para esquivar responsabilidades.
La búsqueda de la felicidad no sólo es un objetivo exclusivamente humano, sino que además es uno de nuestros rasgos distintivos.
Todos los hombres y mujeres del planeta deseamos ser felices, trabajamos para ello y tenemos derecho a conseguirlo.

Quizá más aún, estamos obligados a ir en pos de esa búsqueda.


jorge bucay