jueves, 24 de diciembre de 2009
tercera tarea: navegar a oscuras
En esta parte del cuento, el legado de la madre muerta -la muñeca- guía a Vasalisa a través de la oscuridad hasta la casa de Baba Yagá. Las tareas psíquicas de esta fase: Acceder a adentrarse en el lugar de la profunda iniciación (entrar en el bosque) y empezar a experimentar el nuevo numen de la posesión de la capacidad intuitiva, percibido por la mujer como peligroso. Aprender a desarrollar la percepción del misterioso inconciente y confiar exclusivamente en los propios sentidos internos. Aprender el camino de regreso a la casa de la Madre Salvaje (siguiendo las instrucciones de la muñeca). Aprender a alimentar la intuición (dar de comer a la muñeca). Dejar que la frágil doncella ignorante se muera un poco más. Desplazar el poder a la muñeca, es decir, a la intuición.
La muñeca de Vasalisa procede de las reservas de la Vieja Madre Salvaje. Las muñecas son uno de los simbólicos tesoros de la naturaleza instintiva. En el caso de Vasalisa, la muñeca representa la vidita, la fuerza vital instintiva, feroz y resistente. Por muy grande que sea el embrollo en el que nos encontremos, ésta sigue viviendo oculta en nuestro interior.
A lo largo de muchos siglos los seres humanos han experimentado la sensación de que las muñecas irradian no sólo santidad sino también mana, una impresionante e irresistible presencia que actúa sobre las personas, provocando en ellas un cambio espiritual. Por ejemplo, entre los curanderos rurales, la raíz de la mandrágora es alabada por su parecido con el cuerpo humano, pues tiene apéndices en forma de brazos y piernas y una nudosa protuberancia en forma de cabeza. Dicen que posee un gran poder espiritual. Se cree que los que hacen los muñecos les infunden vida. Algunos se utilizan en rituales, ceremonias, ritos de vudú, hechizos amorosos y maldades de todo tipo. Cuando yo vivía entre los cuna de las islas situadas frente a la costa de Panamá, las figurillas de madera se utilizaban como símbolos de autoridad para recordarle a uno el propio poder.
Los museos de todo el mundo están llenos a rebosar de ídolos y figurillas hechas de arcilla, madera y metales. Las figurillas del paleolítico y el neolítico son muñecos. Las galerías de arte están llenas de muñecos. En el arte moderno, las momias de tamaño natural de Segal envueltas en gasa son muñecos. Desde muy antiguo, entre los miembros de las familias reales se han venido regalando muñecos como señal de buena voluntad. En las iglesias rurales de todo el mundo hay muñecos que son imágenes de santos. A las imágenes de los santos no sólo se las baña con regularidad y se las viste con prendas confeccionadas a mano sino que incluso se las "saca de paseo" para que contemplen el estado de los campos y de la gente e intercedan en el cielo en favor de los seres humanos.
El muñeco es el simbólico homunculus* , el símbolo de lo numinoso que se oculta en los seres humanos, un pequeño y resplandeciente facsímil del Yo original. Exteriormente, no es más que un muñeco. Pero, en realidad, representa un minúsculo fragmento de alma que contiene toda la sabiduría del Yo espiritual. En la muñeca está la voz en diminutivo de la vieja La Que Sabe.
El muñeco, está relacionado con los símbolos del duende, el trasgo, el gnomo, el hada y el enano. En los cuentos de hadas éstos representan un profundo latido de sabiduría dentro de la cultura de la psique. Son las criaturas que llevan adelante la prudente obra interior y que jamás se cansan. La psique actúa incluso cuando dormimos, muy especialmente cuando dormimos, e incluso cuando no somos plenamente concientes de lo que hacemos.
De esta manera la muñeca representa el espíritu interior de las mujeres; la voz de la razón interior, de la sabiduría y la conciencia interiores. La muñeca es como el pajarillo de los cuentos de hadas que aparece y habla en susurros al oído de la heroína, el que revela la existencia del enemigo interior y dice lo que hay que hacer. Ésta es la sabiduría del homunculus, el pequeño ser que llevamos dentro. Es nuestro socorredor invisible, pero siempre accesible.
La mayor bendición que una madre puede dar a su hija es el sentido cierto de la veracidad de su propia intuición. La intuición se transmite de progenitor a hijo con la mayor sencillez posible: "Has juzgado muy bien. ¿Qué crees tú que hay detrás de todo eso?" Más que definir la intuición como una especie de imperfecta rareza irracional, podríamos definirla como la auténtica voz del alma.
La intuición percibe el camino que hay que seguir para poder sacar el mayor provecho posible de una situación. Tiene instinto de conservación, capta los motivos y la intención subyacente y opta por aquello que causará la menor fragmentación posible en la psique.
* En latín diminutivo de homo, es decir, "hombrecillo", pequeño ser dotado de poder sobrenatural que los alquimistas afirmaban poder crear a partir de esperma y sangre, según las indicaciones de Paracelso. (N. de la T.)
En el cuento de hadas el proceso es muy similar. La madre de Vasalisa le hace un extraordinario regalo a su hija, uniéndola con la muñeca. La unión con la propia intuición fomenta una serena confianza en ella, ocurra lo que ocurra. Cambia la actitud de la mujer, haciéndola pasar de un "lo que sea sonará" a un "Voy a ver todo lo que hay que ver".
¿Qué utilidad tiene esta intuición salvaje para las mujeres? Como el lobo, la intuición tiene garras que abren las cosas y las inmovilizan, tienen ojos que pueden ver a través de los escudos protectores de la persona y orejas que oyen más allá del alcance del oído humano. Con estas formidables herramientas psíquicas la mujer adquiere una astuta e incluso precognitiva conciencia animal que intensifica su feminidad y agudiza su capacidad de moverse confiadamente en el mundo exterior.
Ahora Vasalisa va en busca de unas brasas para volver a encender el fuego. Cruza el bosque en medio de la oscuridad y lo único que puede hacer es prestar atención a la voz interior de la muñeca. Está aprendiendo a confiar en esta relación y está aprendiendo, además, otra cosa: a alimentar a la muñeca.
¿Qué hay que darle de comer a la intuición para que esté debidamente alimentada y responda a nuestra petición de explorar lo que nos rodea? Se le da de comer vida... prestándole atención. ¿De qué sirve una voz sin un oído que la reciba? ¿De qué sirve una mujer en la selva de la megápolis o de la vida cotidiana si no puede oír y fiarse de la voz de La Que Sabe?
He oído decir a las mujeres, no cien sino mil veces: "Sé que hubiera tenido que fiarme de mi intuición. Intuí que debería/no debería haber hecho tal cosa o tal otra, pero no hice caso." Alimentamos el profundo yo intuitivo prestándole atención y siguiendo sus consejos. Es un personaje por derecho propio, un mágico ser del tamaño de una muñeca que habita en la tierra psíquica del interior de la mujer. Si el músculo no se ejercita, al final se debilita. A la intuición le ocurre exactamente lo mismo. Sin alimento, sin ejercicio, se atrofia.
El alimento de la muñeca es un ciclo esencial del arquetipo de la Mujer Salvaje, la guardiana de los tesoros ocultos. Vasalisa alimenta a la muñeca de dos maneras, primero con un trozo de pan, un trozo de vida para su nueva aventura psíquica, y después encontrando el camino de la casa de la Vieja Madre Salvaje, la Baba Yagá. Si prestamos atención a la muñeca -en cada curva y en cada encrucijada-, la muñeca indica por dónde se va a "casa". Nosotras, como Vasalisa, fortalecemos nuestro vínculo con nuestra naturaleza intuitiva prestando atención a nuestro interior a cada vuelta del camino. "¿Tengo que ir por aquí o por allí? ¿Tengo que quedarme o me tengo que ir? ¿Tengo que resistir o ser flexible? ¿Tengo que huir o acercarme? ¿Esta persona, este acontecimiento, esta arriesgada empresa es verdadera o falsa?"
A menudo la ruptura del vínculo entre la mujer y su intuición salvaje se interpreta erróneamente como una ruptura de la intuición. Pero no es así. No es la intuición la que se rompe sino más bien el don matrilineal de la intuición, la transmisión de la confianza intuitiva entre una mujer y todas las mujeres de su linaje que la han precedido, es este largo río de mujeres que se ha represado. Como consecuencia de ello, cabe la posibilidad de que la comprensión de la sabiduría intuitiva de una mujer se debilite, pero ésta se puede recuperar y volver a manifestar plenamente por medio del ejercicio.
Las muñecas se utilizan como talismanes. Los talismanes son recordatorios de lo que se siente, pero no se ve, de lo que es así, pero no resulta obvio con carácter inmediato. El numen talismánico de la imagen de la muñeca nos recuerda, nos dice y prevé las cosas. Esta función intuitiva pertenece a todas las mujeres. Es una receptividad masiva y fundamental. No una receptividad como la que antiguamente se enseñaba en la psicología tradicional, es decir, la de un recipiente vacío sino una receptividad que consiste en tener acceso inmediato a una profunda sabiduría que llega hasta los mismísimos huesos de las mujeres .
clarissa pinkola estés