lunes, 21 de noviembre de 2011
la furia de ganesha
Por consiguiente (continuó Vimalananda), si quieres despertar a Kundalini es mejor dejar que sea esa inteligencia la que dirija el despertar en vez de irrumpir como un toro en una tienda de porcelana y hacer estragos en ti mismo. En vez de meditar en el Muladhara Chakra y tratar de abrirlo por la fuerza, es más sensato transformarlo con la ayuda de Ganesha.
Ahora tengo una pregunta para tí: ¿cómo es que el Señor Shiva, que conoce el pasado, el presente y el futuro y es el esposo de Parvati, ni siquiera fue capaz de reconocer a su propio hijo?
Buena pregunta, no supe qué responder.
Piensa un instante en ello, recuerda que si te diriges a Ganesha correctamente, es uno de los dioses más amables, bondadosos y serviciales; pero también puede enfadarse. Es un chiquillo, y ya sabes cómo se ponen los niños cuando se enfadan. ¡Imagínate lo que puede ser un elefante salvaje enojado! Cuando Ganesha pierde los estribos, pasa de un instante de supresor a creador de obstáculos, de modo que estarás en un auténtico apuro. Hace tiempo di un mantra de Ganesha a un hombre y le aseguré que si lo repetía por cuarenta días Ganesha se aparecería ante él.
Conocía perfectamente esa historia, pero la profunda gravedad del tono de Vimalananda me alertó de su firme voluntad de que la escuchara otra vez.
Lamentablemente ocurrió algo que interrumpió su sistema antes de que hubiesen transcurrido los cuarenta días, así que le ordené volver a comenzar desde el principio. Al final, tras completar los cuarenta días, no pasó nada.
Le dije: Ya estás muy cerca, no lo dejes ahora. Sigue haciéndolo unos tres días más.
Mira -replicó el hombre-, todo eso es pura insensatez y no lleva a ninguna parte. No soporto por más tiempo estar separado de mi mujer. Ahora mismo me voy a casa a gozar un poco del sexo.
Has ido demasiado lejos para dejarlo ahora -le advertí-. Ganesha se enfadará muchísimo si lo haces, y no podré hacer nada para protegerte. Sólo tres días más y te aseguro que lo conseguirás. ¿Qué más podía pedir? Sólo era cuestión de tres días, pero seguramente Mahakala, el dios de la muerte, ya se había fijado en él.
Me respondió: No, ya me he cansado de escucharte. Me muero de ganas por un poco de sexo. ¡Hasta la vista! Al principio, su mujer trató de resistirse a sus embestidas, pero él se abrió paso a la fuerza y gozó de ella dos veces. Satisfecho de su proceder, se quedó dormido. En sueños vio un elefante furioso que arremetía contra él. Trató de salir corriendo, pero fue inútil. Cuando el elefante le alcanzó, le asestó un fuerte golpe en la mandíbula con la trompa. A la mañana siguiente, toda la cara del hombre, tanto la mandíbula como el resto, se habían hinchado hasta el doble de su tamaño normal. Lo llevaron al hospital, pero los médicos no fueron capaces de descubrir qué tenía. Cuando yo mismo fui al hospital, me preguntó, postrado en la cama, si podía salvarle. Pero ya no podía hacer nada por él, pues su sistema nervioso había estallado en pedazos. Era demasiado tarde; había ido demasiado lejos. Murió aquella misma noche. Después de aquella experiencia, decidí que me limitaría a ayudar a la gente en sus propias sadhanas y jamás aconsejaría nuevas sadhanas a nadie.