lunes, 7 de noviembre de 2011
el reino de la mujer salvaje
La sexta fase: El reino de la Mujer Salvaje
La joven reina llega al bosque más inmenso y salvaje que jamás en su vida ha visto. No se distingue ningún sendero. Empieza a dar vueltas y se abre camino como puede. Hacia el anochecer el mismo espíritu vestido de blanco que previamente la había ayudado a cruzar el foso la guía hasta una humilde posada regentada por unos amables habitantes del bosque. Una mujer vestida de blanco la invita a entrar y la llama por su nombre. Cuando la joven reina le pregunta cómo es posible que conozca su nombre, la mujer vestida de blanco le contesta: "Nosotros los habitantes del bosque estamos al corriente de estas cosas, mi reina."
Así pues, la reina permanece siete años en la posada del bosque y es feliz con la vida que lleva en compañía de su hijo. Poco a poco las manos le vuelven a crecer, primero como unas manitas de niña y finalmente como las manos de una mujer adulta.
Pese a que este episodio es tratado muy brevemente en el cuento, de hecho es el más largo no sólo en cuanto al tiempo transcurrido sino también en relación con el cumplimiento de la tarea. La doncella ha vuelto a vagar sin rumbo y regresa en cierto sentido a casa, donde permanece siete años, separada de su esposo, eso sí, pero viviendo una experiencia enriquecedora y restauradora.
Su penoso estado ha vuelto a despertar la compasión de un espíritu vestido de blanco -ahora su espíritu guía- que la conduce a este hogar del bosque. Ésta es la infinita misericordia de la psique profunda durante el viaje de la mujer. Ésta siempre encuentra a alguien que la ayuda. Este espíritu que la guía y le ofrece cobijo pertenece a la Madre Salvaje y, como tal, es la psique instintiva que siempre sabe lo que ocurrirá después y lo que ocurrirá a continuación.
Este inmenso bosque salvaje con que se tropieza la doncella es la arquetípica sede sagrada de la iniciación. Es como Leuce, el bosque salvaje que según los antiguos griegos se encontraba en el mundo subterráneo, lleno de sagrados árboles ancestrales y de toda clase de animales tanto salvajes como domesticados. Aquí la doncella manca encuentra la paz durante siete años. Puesto que se trata de una tierra llena de árboles y ella está simbolizada por el manzano en flor, el bosque es finalmente su hogar, el lugar donde su ardiente alma florida vuelve a echar raíces.
¿Y quién es la mujer de la espesura del bosque que regenta la posada? Como el espíritu vestido con la resplandeciente túnica blanca, la mujer es un aspecto de la antigua diosa triple y, si el cuento contuviera todas las fases del relato inicial, habría también en la posada una bondadosa y esforzada anciana encargada de realizar alguna tarea. Pero este pasaje se ha perdido, como si el cuento fuera un manuscrito del que se hubieran arrancado algunas páginas. El elemento que falta se debió de suprimir probablemente durante alguna de las refriegas que se desencadenaron entre los defensores de la antigua religión natural y los de la nueva religión en torno a la cual se aglutinarían finalmente las creencias religiosas, dominantes. Pero los vestigios que nos quedan poseen una fuerza extraordinaria. El agua del cuento no sólo es profunda sino también cristalina.
Vemos a dos mujeres que, en el transcurso de siete años, llegan a conocerse muy bien. El espíritu vestido de blanco es como la telepática Baba Yagá de "Vasalisa", que es la representación de la vieja Madre Salvaje. Tal como le dice la Yagá a Vasalisa, aunque jamás la había visto antes, "Sí, conozco a tu gente", este espíritu femenino que desempeña el oficio de posadera en el mundo subterráneo ya conoce a la joven reina, pues es también la Santa que lo sabe todo.
Una vez más, el cuento se quiebra significativamente. No se hace la menor referencia a las tareas exactas y las enseñanzas de aquellos siete años, aparte de señalar que fueron tranquilas y revitalizadoras. Aunque podríamos decir que el cuento se quiebra porque las enseñanzas subyacentes de la antigua religión natural se solían mantener tradicionalmente en secreto y por este motivo no podían figurar en el relato, es mucho más probable que éste contenga otros siete aspectos, tareas o episodios, uno por cada año de aprendizaje que la doncella pasó en el bosque. Pero, un momento, recuerda que nada se pierde en la psique.
Podemos recordar y resucitar todo lo que ocurrió durante estos siete años a partir de los pequeños vestigios que conservamos de otras fuentes acerca de la iniciación femenina. La iniciación femenina es un arquetipo y, aunque un arquetipo presenta muchas variaciones, el núcleo es siempre el mismo. Por consiguiente, eso es todo lo que sabemos acerca de la iniciación a través de otros cuentos de hadas y mitos tanto orales como escritos.
La doncella se queda siete años en el bosque, pues éste es el período de una estación de la vida de la mujer. Siete es el número asignado a los ciclos lunares y es también el número de otros períodos de tiempo sagrados: los siete días de la creación, los siete días de la semana, etc. Pero más allá de todas estas consideraciones místicas, hay una mucho más importante y es la siguiente:
La vida de la mujer se divide en fases de siete años cada una. Cada período de siete años representa una serie de experiencias y enseñanzas. Estas fases pueden considerarse en concreto como períodos de desarrollo adulto, pero más todavía como fases de desarrollo espiritual que no tienen por qué corresponder necesariamente a la edad cronológica de la mujer, aunque a veces coincidan con ella.
Desde tiempo inmemorial la vida de las mujeres se ha dividido en fases, cada una de ellas relacionada con los poderes cambiantes de su cuerpo. La división en secuencias de la vida física, espiritual, emocional y creativa de la mujer es útil en el sentido de que le permite prepararse para "lo que vendrá a continuación". Lo que viene a continuación pertenece al ámbito de la Mujer Salvaje instintiva. Ella siempre lo sabe todo. Y, sin embargo, a lo largo del tiempo, a medida que se fueron perdiendo los antiguos ritos salvajes, la instrucción de las mujeres más jóvenes por parte de las mayores a propósito de estas fases inherentemente femeninas también se perdió.
La observación empírica de la inquietud, los anhelos, los cambios y el crecimiento de las mujeres saca de nuevo a la luz las antiguas pautas o fases de la profunda vida femenina. Aunque podemos dar nombres concretos a las fases, todas ellas son ciclos de cumplimiento, envejecimiento, muerte y nueva vida. Los siete años que pasa la doncella en el bosque le enseñan los detalles y los dramas relacionados con dichas fases. He aquí unos ciclos de siete años de duración cada uno, que abarcan toda la vida de la mujer. Cada uno tiene sus ritos y sus tareas. De nosotras depende cumplirlos. Los reproduzco sólo como una metáfora de la profundidad de la psique. Las edades y las fases de la vida femenina incluyen las tareas que hay que cumplir y las actitudes que hay que adoptar para afianzarse. Por ejemplo, si, según el siguiente esquema, vivimos hasta una edad suficiente como para entrar en el lugar psíquico y la fase de los seres de la niebla, el lugar en el que todos los pensamientos son tan nuevos como el día de mañana y tan viejos como la aurora de los tiempos, comprobaremos que estamos entrando en otra actitud, otra manera de ver, y que estamos llevando a cabo las tareas de la conciencia desde esta posición estratégica.
Las siguientes metáforas son fragmentos. Pero, con un número de metáforas lo suficientemente amplio, podernos construir -a través de lo que sabemos y lo que intuimos acerca de la antigua sabiduría- unas nuevas percepciones que no sólo son numinosas sino que, además, tienen sentido ahora mismo y en este día. Dichas metáforas están libremente inspiradas en la experiencia y la observación empírica, la psicología del desarrollo y los fenómenos presentes en los mitos de la creación, todos los cuales contienen muchos antiguos vestigios de psicología humana.
Las fases no tienen por qué estar inexorablemente atadas a la edad cronológica, pues algunas mujeres de ochenta años se encuentran todavía en la fase de desarrollo de la doncellez, algunas mujeres de cuarenta años se encuentran en el mundo psíquico de los seres de la bruma y algunas jóvenes de veinte años tienen tantas cicatrices de batallas como las viejas. Las edades no tienen que ser jerárquicas sino que simplemente pertenecen a la conciencia de la mujer y al incremento de su vida espiritual. Cada edad representa un cambio de actitud, un cambio de tareas y un cambio de valores.
0-7 edad de la socialización del cuerpo y del sueño, en la que todavía se conserva la imaginación
7-14 edad de separar y sin embargo entretejer la razón y la imaginación
14-21 edad del nuevo cuerpo/la joven doncellez/despliegue pero también función protectora de la sensualidad
21-28 edad del nuevo mundo/la nueva vida/la exploración de los mundos
28-35 edad de la madre que aprende a cuidar como una madre a los demás y a sí misma
35-42 edad de la búsqueda/aprendizaje del cuidado materno del yo/búsqueda del yo
42-49 edad del inicio de la madurez/hallazgo del campamento lejano/animación de las demás
49-56 edad del mundo subterráneo/aprendizaje de las palabras y los ritos
56-63 edad de la elección/elección del propio mundo y del trabajo que todavía queda por hacer
63-70 edad de la vigilancia/edad de la refundición de todo lo que se ha aprendido
70-77 edad del rejuvenecimiento/reafirmación de la vejez
77-84 edad de los seres de la bruma/descubrimiento de lo grande en lo pequeño
84-91 edad del tejido con hilo escarlata/comprensión del tejido de la vida
91-98 edad de lo etéreo/menos hablar y más existir
98-105 edad del neuma, el aliento
105+ edad de la eternidad
En muchas mujeres, la primera mitad de estas fases de la sabiduría femenina, digamos hacia los cuarenta años más o menos, va claramente desde el cuerpo real de las comprensiones infantiles instintivas a la sabiduría corporal de la madre profunda. Pero, en la segunda Mitad de las fases, el cuerpo se convierte casi por entero en un dispositivo de percepción interior y las mujeres adquieren una creciente sagacidad.
A medida que la mujer va transitando por todos estos ciclos, sus capas de defensa, protección y densidad se vuelven cada vez más finas hasta que se empieza a transparentar el alma. Podemos percibir y ver el movimiento del alma dentro de la psique corporal de una manera asombrosa conforme nos vamos haciendo mayores.
Por consiguiente, el siete es el número de la iniciación. En la psicología arquetípica hay literalmente docenas de referencias al símbolo del siete. Una referencia que me parece extremadamente valiosa para ayudar a las mujeres a diferenciar las tareas que tienen por delante y a establecer su situación actual en la selva subterránea corresponde a las facultades atribuidas antiguamente a los siete sentidos. Se creía que dichos atributos simbólicos pertenecían a todos los seres humanos y, al parecer, constituían una iniciación en el conocimiento del alma por medio de las metáforas y de los sistemas efectivos del cuerpo.
Por ejemplo, según las antiguas enseñanzas de los métodos de curación nahuas, los sentidos representan aspectos del alma o del "sagrado cuerpo interior" y se tienen que ejercitar y desarrollar. La tarea es demasiado larga como para que se pueda describir aquí, pero se decía que los sentidos eran siete y, por consiguiente, las áreas que se tenían que desarrollar también eran siete: la animación, el tacto, el lenguaje, el gusto, la vista, el oído y el olfato.
Se decía que cada sentido se encontraba bajo la influencia de una energía de los cielos. Aplicando todos estos conocimientos a la actualidad, diremos que, cuando las mujeres que trabajan en grupo hablan de estas cosas, las pueden describir, explorar y examinar utilizando las siguientes metáforas pertenecientes al mismo ritual, con el fin de escudriñar los misterios de los sentidos: el fuego anima, la tierra produce una sensación táctil, el agua otorga el habla, el aire concede el gusto, la bruma da la vista, las flores dan el oído, el viento del sur da el olfato.
Por el pequeño vestigio del antiguo rito de iniciación que se conserva en esta parte del cuento, especialmente la frase en la que se habla de los "siete años", deduzco que las fases de la vida de la mujer y otras cuestiones tales como los siete sentidos y otros ciclos y acontecimientos a los que tradicionalmente se atribuía el número siete, eran objeto de especial atención en la antigüedad y se incluían en la tarea de la iniciada. Un antiguo fragmento de un relato que me intriga enormemente procede de Cratynana, una anciana y querida cuentista suaba de nuestra numerosa familia, quien decía que antiguamente las mujeres tenían por costumbre irse a pasar varios años a un lugar de la montaña, de la misma manera que los hombres se pasaban mucho tiempo ausentes, prestando servicio en lejanos países en el ejército del rey.
Por consiguiente, en la fase del aprendizaje de la doncella en la espesura del bosque, se produce otro milagro. Las manos le empiezan a crecer poco a poco, primero como las de una niña. Eso tal vez representa que al principio su comprensión de todo lo ocurrido es imitativa, como lo es el comportamiento de un niño de pecho. Cuando las manos le crecen como las de una niña, la doncella adquiere una comprensión concreta pero no absoluta de todas las cosas. Cuando al final se convierten en unas manos de mujer adulta, ya posee una comprensión más práctica y profunda de lo no concreto, lo metafórico, el sagrado camino por el que ha estado transitando.
Cuando adquirimos un profundo conocimiento instintivo de todas las cosas que hemos venido aprendiendo a lo largo de la vida, recuperamos las manos de la plena feminidad. A veces resulta divertido observarnos cuando entramos por primera vez en una fase psíquica de nuestro proceso de individuación, imitando torpemente la conducta que desearíamos dominar. Más adelante adquirimos nuestro propio lenguaje espiritual y nuestras singulares formas personales.
A veces, en nuestras representaciones y sesiones de análisis, utilizo otra versión literaria de este cuento. La joven reina va al pozo. Mientras se inclina para sacar agua, su hijo cae al pozo. La joven reina se pone a gritar, aparece un espíritu y le pregunta por qué no rescata al niño.
-¡Porque no tengo manos! -contesta ella
-Pruébalo -le dice el espíritu y, cuando la doncella introduce los brazos en el agua para tomar a su hijo. las manos se le regeneran de inmediato y el niño se salva.
Se trata de una poderosa metáfora de la idea de la salvación del Yo-hijo, del Yo del alma, del peligro de perderse de nuevo en el inconciente, de olvidar quiénes somos y cuál es nuestra tarea. En este momento de la vida es fácil rechazar incluso a las personas más encantadoras, las ideas más atrayentes, la música más sugestiva, especialmente cuando éstas no alimentan la unión de la mujer con lo salvaje. Para muchas mujeres, el hecho de no sentirse ya arrastradas o esclavizadas por todas las ideas o las personas que llaman a su puerta y de ser en cambio unas mujeres rebosantes de Destino, es decir imbuidas de una profunda conciencia de su destino, constituye una transformación auténticamente milagrosa. Con los ojos mirando de frente, las palmas de las manos extendidas y el oído del yo instintivo intacto, la mujer entra en la vida derrochando poder.
En esta versión la doncella ha llevado a cabo su tarea de tal forma que, cuando necesita la ayuda de sus manos para percibir y proteger su avance, las recupera. Se le regeneran por medio del temor de perder al Yo-hijo. La regeneración de la comprensión de su vida y su tarea hace que a veces se produzca una pausa momentánea en la tarea de la mujer, pues ésta no confía por entero en sus fuerzas recién adquiridas. A veces las somete a prueba durante algún tiempo para comprender su verdadero alcance.
A menudo tenemos que re-formar nuestras ideas acerca de que "si alguna vez hemos perdido el poder (las manos), jamás lo recuperaremos". Después de todas nuestras pérdidas y nuestros sufrimientos, descubrimos que, si nos inclinamos, recibiremos la recompensa de agarrar al hijo al que tanto apreciamos. Eso es lo que siente la mujer, que, al final, ha conseguido agarrar de nuevo su vida. Tiene unas palmas con las que puede "ver" y moldear una vez más su vida. En todo momento ha recibido la ayuda de las fuerzas intrapsíquicas y ha conseguido madurar considerablemente. Ahora se encuentra realmente "en el interior de su Yo".
Ya estamos casi al final del recorrido por el inmenso territorio de este largo cuento. Sólo nos queda por recorrer un trecho de crescendo y culminación. Puesto que se trata de una introducción en el misterio/ dominio de la resistencia, recorramos con paso firme y decidido esta última etapa de nuestro viaje por el mundo subterráneo.