martes, 8 de noviembre de 2011
la esposa y el esposo salvajes
La séptima fase: La esposa y el esposo salvajes
Cuando regresa el rey, éste y su madre comprenden que el demonio ha saboteado sus mensajes. El rey decide someterse a una purificación: dejar de comer y beber y viajar hasta donde alcanza la vista para encontrar a la doncella y a su hijo. La búsqueda dura siete años. Se le ennegrecen las manos, su barba adquiere un mohoso color pardo como el del musgo, sus ojos están resecos y enrojecidos. Durante todo este tiempo no come ni bebe, pero una fuerza superior a él lo ayuda a vivir.
Al final, llega a la posada regentada por los habitantes del bosque. Allí lo cubren con un velo, se queda dormido y, al despertar, ve que una bella mujer y un precioso niño lo están mirando.
-Soy tu esposa y éste es tu hijo -le dice la joven reina.
El rey está dispuesto a creerla, pero ve que la doncella tiene manos.
-Por mis sufrimientos y mis desvelos, me han vuelto a crecer las manos -añade ella.
Y entonces la mujer vestida de blanco saca las manos de plata del arca donde se conservaban como un tesoro. Se celebra una fiesta espiritual. El rey, la reina y su hijo regresan junto a la madre del rey y celebran una segunda boda.
Aquí, al final del cuento, la mujer que ha efectuado este continuado descenso consigue reunir una sólida cuaternidad de poderes espirituales: el animus del rey, el Yo-hijo, la vieja Madre Salvaje y la doncella iniciada. Se ha lavado y purificado muchas veces. La aspiración de su ego a una vida segura ya no lleva la voz cantante. Ahora la guía de la psique es esta cuaternidad.
La reunión definitiva se debe al sufrimiento y a los vagabundeos del rey. ¿Por qué éste, que es el rey del mundo subterráneo, tiene que vagar sin rumbo? ¿Acaso no es el rey? Bueno, la verdad es que los reyes también tienen que llevar a cabo una tarea psíquica, incluso los reyes arquetípicos. El cuento encierra una antigua idea extremadamente críptica, según la cual, cuando cambia una fuerza de la psique, las demás también tienen que cambiar. Aquí la doncella ya no es la mujer con quien él se casó, ya no es la frágil alma sin rumbo. Ahora ya ha sido iniciada, se conoce y conoce sus reacciones femeninas ante todas las cuestiones. Ahora, gracias a los cuentos y los consejos de la vieja Madre Salvaje, ha adquirido sabiduría.
Por consiguiente, el rey no tiene más remedio que desarrollarse. En cierto modo, este rey se queda en el mundo subterráneo, pero, como representación del animus, simboliza la adaptación de la mujer a la vida colectiva y lleva al mundo de arriba o a la sociedad exterior las ideas dominantes que ella ha aprendido durante su viaje. Pero aún no ha pasado por la misma experiencia que su mujer y tiene que hacerlo para poder trasladar al mundo exterior lo que ella es y lo que ella sabe.
Cuando la vieja Madre Salvaje le comunica que el demonio lo ha engañado, el rey se sumerge en su propia transformación y vaga sin rumbo hasta encontrar lo que busca, tal como anteriormente había hecho la doncella. Él no ha perdido las manos sino a su reina y a su hijo. El animus sigue por tanto un camino muy similar al de la doncella.
Esta repetición empática reorganiza la manera de estar la mujer en el mundo. Reorientar el animus de esta forma es iniciarlo e integrarlo en la tarea personal de la mujer. Puede que éste fuera el origen de la presencia de iniciados en los ritos esencialmente femeninos de Eleusis; los hombres asumían las tareas y los sufrimientos del aprendizaje femenino para encontrar a sus reinas psíquicas y a sus vástagos psíquicos. El animus emprende sus siete años de iniciación. De este modo, todo lo que la mujer ha aprendido no sólo quedará reflejado en su alma interior sino que también quedará inscrito en ella y se llevará exteriormente a la práctica.
Por consiguiente, el rey vaga por la selva de la iniciación y aquí volvemos a tener la impresión de que faltan otros siete episodios: las siete fases de la iniciación del animus. Pero nos quedan algunos fragmentos cuyos detalles podemos extrapolar. Una de las claves es el hecho de que el rey se pasa siete años sin comer y, sin embargo, algo lo sostiene. El hecho de no alimentarse es el símbolo de la tarea de rebuscar bajo nuestros impulsos y apetitos para descubrir el significado más profundo que se oculta detrás y debajo de ellos. La iniciación del rey es el símbolo de la profundización en la comprensión de los apetitos, no sólo del apetito sexual sino también de los demás. Es el símbolo del aprendizaje del valor y el equilibrio de los ciclos que sostienen la esperanza y la felicidad humanas.
Además, puesto que el rey es el animus, la búsqueda que emprende sugiere el afán de encontrar -cueste lo que cueste y a pesar de los impedimentos- en el interior de la psique lo femenino plenamente iniciado. En tercer lugar, su iniciación en el yo salvaje cuando adquiere la naturaleza animal durante siete años y no se baña durante siete años tiene la finalidad de librarlo de todas las capas de quitina exageradamente civilizadora que se han acumulado sobre su persona. El animus está llevando a cabo una dura tarea con vistas a su presentación y actuación en la vida cotidiana, de acuerdo con el Yo-hijo de la mujer recién iniciada.
La frase del cuento en la que se dice que el rostro del rey se cubre con el velo mientras duerme es probablemente otro vestigio de los antiguos ritos mistéricos. Hay en Grecia una hermosa escultura que lo representa: un iniciado cubierto con un velo que inclina la cabeza como si estuviera descansando o esperando el sueño. Ahora comprendemos que el animus no puede actuar por debajo del nivel de conocimientos de la mujer, so pena de que ésta vuelva a dividirse entre lo que siente y sabe interiormente y la manera en que, por medio de su animus, se comporta por fuera. De ahí la necesidad de que el animus vague sin rumbo por la selva con su naturaleza masculina.
No es de extrañar que tanto la doncella como el rey se vean obligados a caminar por los territorios psíquicos en los que tienen lugar semejantes procesos, pues éstos sólo pueden aprenderse en la naturaleza salvaje, junto a la piel de la Mujer Salvaje. Es normal que la mujer iniciada descubra que su amor subterráneo por la naturaleza salvaje aflora a la superficie de su vida en el mundo de arriba. Psíquicamente está envuelta en el aroma del fuego de leña. Es normal que empiece a comportarse aquí de acuerdo con lo que ha aprendido allí.
Una de las características más sorprendentes es el hecho de que la mujer que está pasando por este proceso sigue haciendo todo lo que habitualmente hacía en la vida exterior: amando a sus amantes; dando a luz a sus hijos; persiguiendo a los hijos; persiguiendo el arte; persiguiendo palabras; llevando comida, pinturas, maderas; peleándose por esto o por aquello; enterrando a los muertos; cumpliendo todas las tareas cotidianas mientras realiza su profundo y lejano viaje.
Al llegar a este punto, la mujer suele debatirse entre dos direcciones contrarias, pues de pronto experimenta el impulso de vadear la selva como si ésta fuera un río y de nadar por la hierba, trepar a lo alto de un peñasco y sentarse de cara al viento. Es un momento en que un reloj interior da una hora que obliga a la mujer a experimentar la súbita necesidad de un ciclo que pueda considerar suyo, de un árbol cuyo tronco pueda rodear con sus brazos, de una roca contra la que pueda apoyar la mejilla. Pero tiene que seguir viviendo también su vida de arriba.
Hay que decir en su honor que, por más que muchas veces lo desee, la mujer no sube a su coche y se echa a la carretera en dirección al ocaso. Por lo menos, no con carácter permanente, pues esta vida exterior es precisamente la que ejerce en ella la cantidad de presión necesaria para que pueda seguir adelante con las tareas del mundo subterráneo. Durante este período es mejor permanecer en el mundo que abandonarlo, pues la tensión es más beneficiosa y da lugar a una valiosa vida profundamente distinta que no se podría conseguir de ninguna otra manera.
Vemos por tanto al animus en pleno proceso de transformación, preparándose para ser un digno compañero de la doncella y el Yo-hijo. Al final han conseguido reencontrarse y regresan junto a la anciana madre, la madre sabia, la que lo soporta todo, la que ayuda con su ingenio y su sabiduría. Y los tres se reúnen y se quieren.
El intento de lo demoníaco de apoderarse del alma ha fracasado irremisiblemente. La resistencia del alma se ha enfrentado a la prueba y la ha superado. La mujer pasa por este ciclo una vez cada siete años, la primera vez muy débilmente, una vez por lo menos con gran esfuerzo y más tarde de una manera más bien rememorativa o renovadora. Ahora vamos a descansar un poco y a contemplar este exuberante panorama de la iniciación femenina y sus correspondientes tareas. Una vez superado el ciclo, podemos elegir cualquiera de las tareas o todas ellas para renovar nuestra vida en cualquier momento y por cualquier motivo. He aquí algunas:
• Abandonar a los ancianos padres de la psique, descender al territorio psíquico desconocido, confiando en la buena voluntad de quienquiera que se cruce en nuestro camino.
• Vendar las heridas causadas por el desventajoso pacto que hicimos en algún momento de nuestra vida.
• Vagar psíquicamente hambrientas y confiar en que la naturaleza nos alimente.
• Encontrar a la Madre Salvaje y su auxilio.
• Establecer contacto con el protector animus del mundo subterráneo.
• Conversar con el psicopompo (el mago).
• Contemplar los antiguos vergeles (formas enérgicas) de lo femenino.
• Incubar y dar a luz el Yo-hijo espiritual.
• Soportar la incomprensión, vernos apartadas una y otra vez del amor.
• Llenarnos de mugre, barro y suciedad.
• Permanecer siete años en el reino de los habitantes del bosque hasta que el niño alcance el uso de razón.
• Esperar.
• Regenerar la vista interior, la sabiduría interior, la curación interior de las manos.
• Seguir adelante aunque lo hayamos perdido todo excepto el hijo espiritual.
• Volver a encontrar y asir ávidamente la infancia, la adolescencia y la edad adulta.
• Reestructurar el animus como fuerza salvaje y natural; amarlo y que él nos ame a nosotras.
• Consumar el matrimonio salvaje en presencia de la vieja Madre Salvaje y del nuevo Yo-hijo.
El hecho de que tanto la doncella manca como el rey tengan que pasar por la misma iniciación de siete años de duración es el territorio común entre lo femenino y lo masculino y nos ayuda a comprender que, en lugar de antagonismo, puede haber entre estas dos fuerzas un profundo amor, sobre todo cuando éste se basa en la búsqueda del propio Yo.
"La doncella manca" es un cuento de la vida real acerca de nuestra condición de mujeres reales. No gira en torno a una parte de nuestra vida sino en torno a las fases de toda una vida. Enseña esencialmente que la misión de la mujer es vagar una y otra vez por el bosque. Nuestra psique y nuestra alma están específicamente preparadas para que podamos cruzar la tierra subterránea de la psique, deteniéndonos aquí y allá, escuchando la voz de la vieja Madre Salvaje, alimentándonos con los frutos del espíritu y reuniéndonos con todo y con todos los que amamos.
Cuesta estar con la Mujer Salvaje al principio. Curar el instinto herido, desterrar la ingenuidad y, con el tiempo, aprender a conocer los aspectos más profundos de la psique y el alma, retener lo que hemos aprendido, no apartarnos, manifestar claramente lo que representamos, todo eso exige una resistencia ilimitada y mística. Cuando ascendemos desde el mundo subterráneo tras haber llevado a cabo alguna de nuestras tareas, puede que por fuera no se note ningún cambio, aunque por dentro hayamos adquirido un carácter inmensa y femeninamente salvaje. A primera vista seguimos siendo amables, pero por debajo de la piel está clarísimo que ya no somos unas criaturas domesticadas.