jueves, 17 de noviembre de 2011

la infelicidad y la desgracia son la condición humana misma



La infelicidad y la desgracia son la condición humana misma. Los políticos prometen suprimirlas, pero es una estupidez. Pongamos como ejemplo nuestra llegada al exterior. Somos mamíferos acuáticos que entramos en el mundo llorando, muertos de frío, aturdidos por el ruido, cegados por la luz externa. El llanto es la expresión de un primer sufrimiento. El niño busca en la madre el refugio. ¿Qué necesidad tendría de ese refugio si se encontrara bien? Nos desarrollamos en función de la superación de los miedos y los sufrimientos. La felicidad no es escapar de ellos, sino afrontarlos y superarlos. Igual que apreciamos el agua cuando tenemos sed, percibimos la felicidad cuando hemos experimentado con anterioridad la tristeza. Es un fenómeno de alternancia, como la respiración. Uno tiene que sufrir para ser feliz. La felicidad no es lo opuesto al dolor. Sin dolor nuestras vidas serían vacías, irrelevantes. Se trata de una realidad que puede explicarse desde el punto de vista psicológico y desde el punto de vista neurológico. Hay placer en el dolor y dolor en el placer, sin que lleguemos al límite del masoquismo. Cuando sobreestimulamos el área del placer, terminamos estimulando el área del dolor. E igualmente ocurre al revés. La ausencia de dolor podría decirse que es una patología. Pero no es un problema sólo de sensaciones, también de la representación.